Sí, es una de las ideas que los que viven en otras partes del Perú tienen de los que moramos en la capital, de los limeños. Esto, más allá de que nuestros orígenes sean diversos y la mayoría lo seamos apenas de primera o segunda generación.
El porqué de esta característica tiene muchas hipótesis. Una de ellas es que, por lo general, en las grandes urbes los niveles de inseguridad son más altos y la gente toma sus precauciones. Es decir, tiene más barreras que derribar antes de otorgar la confianza necesaria a alguien.
No obstante, parece que al momento de elegir autoridades esta desconfianza previa desaparece y no escogemos del todo bien. Pero los comicios ya pasaron y para qué llorar por la leche derramada.
Tengamos los ojos abiertos y desconfiemos de nuestros nuevos alcaldes distritales. Hagamos ese ejercicio estos cuatro años. Desconfiemos de los que dicen que hablar con la prensa es perder el tiempo, porque prefieren trabajar. Error: la autoridad tiene la obligación de rendir cuentas. Es decir, de ser transparente en primera persona. No debe delegarle esta importante función a un trabajador de segundo nivel. Es que asociará la lealtad con hablar ridiculeces sin que la vergüenza siquiera asome.
No confiemos de antemano en aquellos alcaldes electos que, cuando candidatos, hicieron campaña desde hace mucho, dos o tres años atrás. Actividades para la tercera edad, sorteo de polos y pelotas, y clínicas itinerantes para mascotas. Todos esos eventos humanizaron a los susodichos. Dejemos la emotividad y hagámonos esta pregunta: ¿Quién financió estos lindos actos? Acto seguido, recordemos eso de que nada es gratis y de que favor con favor se paga. El que financió la actividad podrá rondar por la alcaldía para ver las ganancias de su “inversión”.
Desconfiemos de los que se muestran como emprendedores y que subestiman la universidad. Su nuevo cargo, señor alcalde, exige conocimientos de Derecho, Economía, Administración, Ecología, ¡hasta Historia y Filosofía! Para eso están los expertos, podrá responder la nueva autoridad. Sí, pero saber algo de todo lo mencionado evitará que le narren cuentos chinos y que se los crea.
Pero también desconfiemos de los académicos que minimizan su falta de experiencia alguna en gerencia. Una cosa es la teoría; y otra, la práctica.
Desconfiemos de aquellos que gastan en publicaciones para informar sobre sus obras y las páginas en papel cuché o periódico están llenas de fotos del alcalde. El alcalde saluda, el alcalde inaugura, abraza a los niños, juega fútbol, camina, corre, baila, come.
Sabemos que hay que comunicar (buena parte de la pérdida de popularidad de Villarán se debe a que creyó que las obras hablan solas), pero hay que hacerlo con tino y equilibrio.
Desconfiemos, limeños, sobra decir, también de los que creemos que roban y hacen obras, de los que no cumplieron lo que prometieron. Tomemos lista al final de su mandato. Seamos exigentes. Probemos eso, desconfiar y estar pendientes de lo que hacen con nuestros arbitrios y demás impuestos. Quién sabe, a lo mejor en el 2018 escojamos mejor, nos quejemos menos y, tal vez, confiemos más.