Alek Brcic Bello

Contra el pronóstico de muchos, hoy se cumple el primer aniversario del gobierno de . Y como podría ser la última vez en que el actual jefe del Estado se acerque al Congreso en Fiestas Patrias (porque y las primeras declaraciones de deberían ser suficientes para acabar con cualquier administración), vale la pena recordar qué dijo el mandatario cuando estuvo en el Legislativo hace un año. Y es que, con todo lo que ha pasado desde entonces, sus palabras se escuchan diferentes.

Releer el discurso de asunción del presidente o aquel plan de gobierno a medias titulado “Perú al bicentenario sin corrupción” omite lo que ha sido realmente la experiencia Castillo. Lo que sí deja claro es que nunca ha existido un norte en su gestión. Ha habido intereses particulares, ideas sueltas cargadas de populismo y uno que otro compromiso devenido eslogan, pero no más que eso.

Es cierto que esperar una estructura de una administración que tiene a la improvisación como estandarte es como pedirle a un gato que ladre. Más todavía con un presidente que no tuvo equipo técnico hasta bien entrada la segunda vuelta. En esa línea, en el mensaje presidencial del 2021 destacan algunas ideas que hoy se comentan de manera distinta.

La primera es si acaso el destinatario de su primer compromiso fue malinterpretado desde siempre. “Quiero que sepan que tienen mi palabra: no los defraudaremos. Yo no los defraudaré”, afirmó entonces un novel presidente. Ahora, con sobrinos y cuñadas, en un baño, , un y , habría que ver si esas palabras iban dirigidas solo a ese círculo cercano que a todas luces ha intentado proteger.

Sobre propuestas concretas, en temas de salud, el Ejecutivo nunca ‘maximizó’ los esfuerzos por vacunar a toda la población, como prometió el presidente. Es cierto que la vacunación avanzó en estos 12 meses, pero se debió más a un esfuerzo heredado que a una acción concreta del Gobierno, más aun desde que Hernando Cevallos fue separado del cargo.

Entre las promesas dejadas de lado, poco o nada se escuchó sobre políticas de salud mental, el sistema de salud universal gratuito o los 5.000 equipos de atención comunitaria integral. Y si el jefe del Estado quería que la salud y el bienestar de la población sean prioridad durante su gestión, como señaló entonces, flaco favor le hizo designando a Hernán Condori a la cabeza de ese ministerio.

En economía la cosa tampoco pinta bien. Castillo prometió un golpe de inversión pública y la recuperación de empleos e ingresos de las familias. Sobre lo primero, al cierre del primer semestre, la inversión pública del gobierno nacional muestra un retroceso de 13,5% con respecto al 2021. Es decir, el Ejecutivo ha gastado casi S/1.000 millones menos que los que se habían ejecutado a estas alturas del año pasado. Y esto, por supuesto, sin considerar la calidad del gasto o la alta percepción de corrupción que acompaña a la actual gestión.

Sobre lo segundo, el mercado laboral sigue golpeado por la pandemia y las distintas cabezas del Ministerio de Trabajo han tenido como objetivo afectar la generación de empleo formal, que de por sí cayó en el 2021. De los ingresos, basta con decir que las familias hoy enfrentan una inflación interanual de dos cifras en 16 ciudades del país y que la confianza del consumidor, según Apoyo Consultoría e Ipsos, ha tocado un mínimo de 18 años y sigue cayendo.

El discurso del 2021 también dejó frases que hoy parecen una mala broma. El jefe del Estado prometió que reforzaría “la institucionalidad de las Fuerzas Armadas teniendo presente la meritocracia, antes que el amiguismo para los ascensos”. También afirmó que ‘desterraría’ a la corrupción sancionando “con dureza y rapidez a todos los que participen en ella”. ¿Alguien le creería si ahora dijera lo mismo?

Para ser justos, existen algunas propuestas que sí avanzaron, como el Plan Nacional de Repoblamiento Ganadero o el Programa Nacional Mujer Emprendedora. Incluso esa mala idea de promover una asamblea constituyente. Pero la gran mayoría de promesas, como el Tren Inca o la rentabilidad social minera, desaparecieron con cada cambio de ministro.

Lo mismo ocurrió con algunas ideas populistas que en buena hora fueron olvidadas. Entre ellas, el cambio de nombre del Ministerio de Cultura y el tan sonado traslado de Palacio de Gobierno (que, parece ser, solo lo quería mover al pasaje Sarratea).

Pese a todo, el presidente que ha señalado que nunca renunciará, que no cree en las encuestas, que no lee diarios, que escapa de la prensa y que parece no haber entendido la importancia de la predictibilidad, ha prometido que su discurso de hoy traerá “sorpresas”. Y con un gobernante que parece acorralado y cuya administración ha sumado un escándalo cada 36 horas, según cálculos , eso debe ser lo último que la ciudadanía quiere escuchar. A menos, claro está, que lo que quiera anunciar sea su salida.

Alek Brcic Bello es economista