Dijo alguna vez la activista Gloria Steinmen que habiendo sido siempre parte igual del pasado, no se ha considerado a las mujeres como igual parte de la historia.
Con el propósito de ayudar a revertir esta situación, se impulsa en estos días en los Estados Unidos una campaña para que el rostro de una prominente personalidad femenina reemplace al de Andrew Jackson, séptimo presidente de ese país, en los billetes de veinte dólares.
Luego de un proceso de votación, las preferencias se han decantado en favor de tres finalistas: Eleanor Roosevelt, Harriet Tubman y Rosa Parks. A ellas se ha añadido el nombre de la Jefe Cherokee Wilma Mankiller, para incluir a una nativa americana entre las opciones.
La idea es tan simple como contundente: llamar la atención sobre el hecho de que, en un país que se precia de sus ideales democráticos e igualitarios, un espacio de tanta potencia simbólica como el representado por sus billetes, se mantenga hasta hoy como una zona de exclusivo dominio masculino.
No se puede cambiar el destino de las personas que pertencen a grupos discriminados sin cuestionar primero los parámetros que definen lo socialmente decretado como normal, sin abrir puertas en los muros que previamente confinaban los alcances de su imaginación.
Porque toda lucha por la igualdad es ante todo una batalla por derribar barreras mentales, que no por invisibles son menos efectivas para delimitar los privilegios de unos y las aspiraciones de otros.
Esta campaña recurre entonces a la historia para destacar el papel de mujeres cuyo crucial protagonismo las hace merecedoras del más alto nivel de reconocimiento. Pero el énfasis en el pasado no es más grande que la proyección hacia el futuro. Porque, más que rendir un homenaje a una mujer histórica en particular, la verdadera finalidad de esta iniciativa es conseguir que las nuevas generaciones de niñas —y también, por supuesto, de niños— crezcan en un entorno que dé inequívocas señales de que no hay posición social, económica ni política que resulte inaccesible para las mujeres.
Se puede, pues, utilizar la historia para cambiar la historia; releer el pasado para para reescribir el porvenir. Porque un mundo que decide apostar por abrir oportunidades hoy, será uno que las verá garantizadas mañana. Por eso es tan importante trabajar para que no haya instancia representativa sin participación femenina; para que no haya tarea, desafío, responsabilidad o meta que a las mujeres les resulte ajena.
El eslogan de esta campaña dice que “el lugar de la mujer está en el dinero”. Colocar el rostro de una de ellas dentro del marco de un billete parece una inteligente manera de decir que no hay espacio que no pueda ser el lugar de la mujer.