(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Fernando de Trazegnies

Todos hemos tomado conocimiento de que nuestro querido amigo Jorge Avendaño, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, ha fallecido. Su velatorio fue impresionante por el número de personas acongojadas y por la gran cantidad de flores que mostraban el cariño que se le tenía.

Pero no, no es verdad. Jorge no ha muerto, sigue vivo y lo seguirá estando siempre en el recuerdo de todos los que lo conocimos de cerca. Es una persona inolvidable.

Conocí a Jorge cuando era muy joven, debido a que nuestras respectivas familias eran muy amigas. Yo miraba con admiración a ese joven aficionado a la motocicleta que aparecía y desaparecía en las reuniones de nuestros padres. Unos años después entré como alumno a la Pontificia Universidad Católica y lo encontré nuevamente. Me llevaba algunos años de estudios, pero eso no fue un obstáculo para que Jorge se hiciera mi amigo.

Ambos nos graduamos de abogados y comenzamos a ejercer, cada uno por su cuenta. Ambos, también, habíamos quedado ligados a la enseñanza del derecho y, consiguientemente, nos volvimos a encontrar como profesores.

Jorge tenía una vocación extraordinaria por hacer que las cosas fuesen mejores. Desde el primer momento, consideró que la enseñanza del derecho en nuestra facultad necesitaba modernizarse. Me fui como ‘visiting scholar’ a la Universidad de Harvard y Jorge vino a buscarme para proponerme que, a mi regreso en Lima, entrara a trabajar a medio tiempo en nuestra Facultad de Derecho. Me contó, además, que estaba buscando un grupo de profesores jóvenes para renovar la enseñanza en la facultad.

A mi regreso comprobé que el entusiasmo académico de Jorge había funcionado y que había un grupo de profesores jóvenes a su lado preparados para hacer el cambio en los métodos de enseñanza. Jorge había tomado contacto con la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos, y acordó que nuestra facultad enviara a profesores jóvenes a pasar un semestre en Wisconsin estudiando alguna especialidad. Me tocó acompañar a Jorge en una visita de observación y comprobé que su decisión había sido excelente. Los profesores de nuestra facultad que fueron como alumnos regresaron con otro espíritu y con otro método, mucho más moderno.

Estos cambios –¡tan necesarios!– no fueron fáciles de aceptar por parte de los profesores tradicionales. Hubo muchas discusiones, pero era obvio que los nuevos métodos eran más ágiles y completos. Con el tiempo, los maestros tuvieron que aceptar la metodología empleada por los llamados “Wisconsin boys” y así, gracias al impulso dado por Jorge Avendaño, se pudo transformar la facultad.

Después de una agria discusión entre los dos grupos, se pusieron de acuerdo en elegirme como decano de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica, cuando ese título hubiera correspondido a Jorge. Estuve diez años en ese puesto. Luego, finalmente… ¡se hizo justicia! Jorge Avendaño, autor y protagonista de todo ese movimiento de modernización, fue nombrado decano, un cargo que mantuvo muchos años para bien de la facultad.
Jorge Avendaño sigue con nosotros y seguirá siempre porque sus enseñanzas nunca serán olvidadas.