"El gobierno tiene que ser más cuidadoso en cómo interviene en la lucha anticorrupción". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"El gobierno tiene que ser más cuidadoso en cómo interviene en la lucha anticorrupción". (Ilustración: Giovanni Tazza)

No soy muy dado a las metáforas futbolísticas en el análisis político. Pero esta vez me son útiles para explicarme. Desde el 2016 se han venido jugando dos partidos simultáneos, cuyo trámite en uno influía en el otro (incluso con jugadores que ‘dobleteaban’ en ambas canchas). De un lado, el de la lucha anticorrupción. Del otro, el de la pelea entre el Ejecutivo y el Congreso.

El partido de ida, en el ámbito judicial, ha terminado. Tres hechos así lo indican: la confirmación de la prisión preventiva por tres años para Keiko Fujimori, la renuncia de Pedro Chávarry y la declaratoria de emergencia del Ministerio Público por parte de la nueva fiscal de la Nación.

Chávarry fue el capitán del equipo perdedor. Él ejemplifica todo lo que hay que cambiar en la administración de justicia. Más allá de la válida sospecha del “dime quién te blinda y te diré quién eres”, hay tres hechos indubitables que justificaban su salida: la fiscal del Caso Los Cuellos Blancos del Puerto lo sindica como parte de dicha organización criminal, sus notas para ser ratificado como fiscal supremo fueron adulteradas en el Consejo Nacional de la Magistratura para que “no se lo jalaran”, y, para terminar la faena, una asesora suya ingresó a una oficina lacrada por la fiscalía, en el marco de una investigación contra él, para sacar documentación.

Este primer partido ha sido ganado ampliamente por los sectores del país que están comprometidos con la lucha anticorrupción. Hay, sin embargo, errores que enmendar.

Los fiscales deben evaluar mejor cuándo y para qué aparecen en los medios de comunicación. El caso más notorio es el excesivo protagonismo mediático de José Domingo Pérez que, a veces, desdibuja su imagen de investigador.

En segundo lugar, la fiscalía tiene que acabar con la impresión que tienen algunos de que hay selectividad en las investigaciones; en concreto, contra Keiko Fujimori y Fuerza Popular. Por eso fueron muy oportunas, eso sí, las declaraciones de Rafael Vela, señalando que el primer caso que llegará pronto a juicio es el de Ollanta Humala y Nadine Heredia.

Otra lección importante. Inocentes o culpables, la situación de los procesados debe resolverse en plazos mucho más razonables. El gobierno debería proponer modificaciones legales para que ello pueda producirse; y, a la vez, dotar de recursos excepcionales y significativos al sistema anticorrupción peruano, para que pueda avanzar con celeridad –sin perder por ello profundidad y seriedad– todos los procesos en marcha. Tres o hasta cuatro años en prisión preventiva son demasiado y terminan convirtiéndose en una condena anticipada, produciendo un daño irreparable para aquellos que resultasen inocentes.

El gobierno tiene que ser más cuidadoso en cómo interviene en la lucha anticorrupción. En términos generales, creo que lo ha hecho con tino y dentro del marco de la Constitución. Los que quieren ver en Vizcarra a un dictador o denuncian métodos montesinistas se alejan tanto de la realidad que pierden credibilidad. Sí sería bueno que el presidente sea más prudente en sus declaraciones, para evitar que esta reiterada acusación de persecución política termine favoreciendo a alguno de los procesados. El gobierno debiera también evaluar mejor antes de presentar proyectos de ley al Congreso, como el de la declaratoria de emergencia del Ministerio Público, que parece colisionar con la Constitución por más buena voluntad que la motive.

El otro partido, en simultáneo, ha sido el del Congreso contra el Ejecutivo. Nadie duda de que el primer tiempo lo perdió PPK, y por goleada. Y que el segundo, ya con un fujimorismo que había quemado pulmones en el primero, lo revirtió completamente Vizcarra. Es impactante ver cómo Fuerza Popular, que entró con 73 congresistas que marchaban con disciplina de legiones romanas a todo combate al que se les ordenaba entrar, convertidos en pollos sin cabeza deambulando por Pasos Perdidos (nunca tan adecuado el nombre), ahora no sepan siquiera si son mayoría y, menos todavía, para qué podrían usarla.

Vizcarra, con una popularidad que debe estar ya por encima del 70%, parece haber derrotado a todos sus rivales. Líder de la lucha anticorrupción y apabullante vencedor sobre el fujimorismo, se queda solo en la cancha. Aunque algunos crean lo contrario, no es una posición envidiable. Ahora las tribunas solo lo miran a él.