En su cuadro “Unos cuantos piquetitos” (1935), la mexicana Frida Kahlo expresó el asesinato de una mujer que, tras ser veinte veces apuñalada, fue arrojada por la ventana. Ante la condena del juez, el asesino respondió indignado: “Pero si solo le di unos cuantos piquetitos”.
En su obra de denuncia en la cual se observa al victimario, cuchillo en mano, y a su víctima, desnuda y ensangrentada sobre una cama, Frida reflexionó sobre la normalización de un feminicidio trocado en broma macabra. En ese contexto, la pintora mexicana confesó haber sido “asesinada” varias veces.
Las humillaciones que Frida sufrió por las infidelidades de su esposo, Diego Rivera, la ayudaron a comprender a las víctimas del abuso. “Esa mujer asesinada era en cierto modo yo, a quien Diego asesinaba todos los días”, declaró la artista.
Tras 80 años, la denuncia pictórica de Frida es muy relevante. No solo porque un Estado, como el peruano, se niega a despenalizar el aborto por violación, perpetuando así el dolor de las mujeres agredidas, sino por todos los individuos que se ensañan cotidianamente contra ellas.
Por ejemplo, Cristopher Rodríguez Villavicencio (24), detenido por la policía luego de que una menor de edad acudiera a la comisaría de Villa El Salvador con moretones en todo el cuerpo y rostro. El sujeto, quien tiene denuncias por agresión sexual, forzó a la menor de 14 años a tener relaciones sexuales.
En una tendencia que se repite en el país, otra mujer fue atacada en Áncash a martillazos por su ex pareja, Glen Herrera Moreno. La razón fue que ella se negó a tener intimidad con él. Casos como el de Jesica Trujillo Peláez, estrangulada en setiembre por Michael Christian Gamarra Quispe, nos avergüenzan y denigran como república.
Somos una sociedad violenta, especialmente contra las mujeres, quienes son golpeadas, humilladas, difamadas y muchas veces asesinadas ante la vista y paciencia de todos. No es entonces una coincidencia que algunos de los candidatos a la Presidencia de la República tengan un pasado abusador.
Con actos que van desde la humillación pública hasta la negación de una hija, pasando por una violación técnica y el maltrato físico contra una esposa, quien, como la del candidato César Acuña, alega que sus derechos han sido vulnerados. El machismo es el denominador común de un mundo regido por conceptos instalados en el inconsciente colectivo. ‘Mala mujer’, ‘ladrona’ o ‘tramposa’ son parte de un vocabulario que nos remite a la imagen patriarcal de una Eva tentadora que debe ser castigada incluso con la muerte.
El fortalecimiento de las instituciones como la Policía Nacional, el Poder Judicial y la Defensoría del Pueblo permitirá acabar con la lacra del maltrato a las mujeres. La creación de hogares de acogida para las que intentan huir del círculo vicioso del abuso es otra solución.
Una sociedad civil alerta es un factor indispensable. Además, es importante formar mujeres con una autoestima lo suficientemente alta para decir no al abuso mediante la denuncia valiente. Así, caerá todo el peso de la ley sobre los delincuentes que creen que en pleno siglo XXI es posible maltratar a otro ser humano, en este caso a una mujer con derecho a la vida y a la felicidad.