El historiador Fernand Braudel, al escribir sobre los tiempos históricos, señalaba que los de mayor duración eran las estructuras (política, económica, social, mental), porque implican las bases sobre las que se construye la estabilidad social. Por ejemplo, la estructura feudal duró siglos antes de que fuera desplazada por el capitalismo. No obstante, Braudel también consideraba que algunas estructuras son más reacias al cambio. Mientras que la política y la economía son más dinámicas, las estructuras sociales y mentales tienden a ser más persistentes.
Quizás la estructura social más importante sea la familia. Esta sigue cumpliendo con las tareas esenciales de la reproducción biológica, la crianza y socialización, garantiza el nivel de vida a sus miembros, brinda apoyo emocional, entre otros. Sin embargo, la organización familiar también tiene un núcleo duro que se resiste a incorporar los cambios necesarios que acompañen el ritmo de las transformaciones en el resto de la sociedad. Esto está llevando a que muchos estén huyendo de formar una familia, especialmente entre los más jóvenes y entre las mujeres.
En términos económicos, la incorporación de la mujer al trabajo remunerado ha sido uno de los principales cambios: en muchos países, cerca de dos terceras partes de las mujeres son parte de la PEA. No obstante, esta proporción de la PEA femenina se ha estancado en los últimos años. Una de las principales razones es que el cuidado de la familia y del ámbito doméstico sigue siendo una tarea fundamentalmente femenina y no remunerada.
Justo el trabajo de la recientemente galardonada con el Premio Nobel de Economía Claudia Goldin ha mostrado que, para la mujer, el matrimonio y la maternidad penalizan sus ingresos y oportunidades laborales, algo que no sucede con el varón. En todas partes del mundo, la suma del trabajo (remunerado y no remunerado) de la mujer es mayor que la del hombre: en el Perú son casi 13 semanas más de trabajo al año. En pocas palabras, la revolución que ha ocurrido en el mundo laboral no tiene igual reflejo en el ámbito doméstico.
La violencia intrafamiliar sigue siendo altísima, a pesar de que existe una mayor conciencia al respecto. A nivel mundial, entre un cuarto y un tercio de las mujeres mayores de 15 años han sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja actual o previa (ONU Mujeres, 2023). En el Perú, un promedio del 60% de los niños y adolescentes son víctimas de violencia en sus familias (Enares, 2019).
El costo de la crianza ha aumentado a nivel mundial, especialmente si se quiere preparar a los hijos/hijas para un mundo sumamente competitivo. Por ejemplo, ha aumentado en un 220% en EE.UU. en las últimas tres décadas, pero se reportan aumentos considerables en países tan diferentes como Inglaterra y China (Reuters, 2022). Al mismo tiempo, a nivel mundial los salarios promedio han estado estancados o han tenido un crecimiento lento desde los años 70.
El matrimonio y la familia representan para muchos entrar en una máquina del tiempo y retroceder a arreglos sociales previos a los avances de libertad y equidad alcanzados en muchas sociedades posmodernas. Significa ganar menos, trabajar más, gastar más en otros, ser probables víctimas de violencia y sacrificar la autonomía personal. Entra claramente en contradicción con sociedades cada vez más hiperindividualistas orientadas a colmar los deseos e intereses individuales.
En los países más desarrollados, las cifras nos muestran claramente este éxodo, siendo el caso de Suecia emblemático. La mitad de los hogares suecos son unipersonales, solo el 20% de las parejas tiene hijos y el 68% de los matrimonios termina en divorcio. La tasa de fecundidad es de 1,5 hijos, mientras que la edad del primer matrimonio y del nacimiento del primer hijo es de 35 y 30 años, respectivamente.
El papel de la familia en la sociedad ha cambiado poco porque sigue siendo dominada por el patriarcado, una ideología que ha encontrado en ella un entorno (¿trinchera?) que sigue alimentando la desvalorización de la mujer, la sumisión de los hijos, la inequidad, y que brinda a la economía mano de obra barata. El camino hacia una familia democrática ha sido muy lento y los esfuerzos solo dan frutos después de varias generaciones. Es por ello que mejor resulta –para muchos– postergar su iniciación o simplemente jamás intentarlo.