“No es una meseta plana”, dijo el lunes el presidente Vizcarra. Se refería al incremento de contagios de COVID-19 en el país y al gráfico que lo representa.
El incremento gradual de casos ha llegado a un máximo, aseguró el mandatario. Agregó: “Está en una meseta irregular”. “La tendencia –explicó– es a una disminución gradual, pero lenta” (“El Peruano”, 25/5/20).
El presidente ha redefinido la palabra ‘meseta’. La Real Academia Española cree que ‘meseta’ es una “planicie extensa”. El mandatario señala que no es una figura plana y que puede ser, más bien, “irregular”.
Si el presidente se atuviera a la semántica de la RAE, tendría que decir que no hay meseta. No hay meseta, porque el aumento de contagios se representa con una línea irregular, que no es horizontal.
Los términos no son importantes, a no ser que lleven a confusión. Lo que menos se necesita en el análisis de una emergencia es confusión. Hablemos claro.
El Gobierno optó por una estrategia de cuarentena dura. No funcionó.
Hay muchas razones por las que no funcionó esta cuarentena. Entre otras, las cosas que desconocemos de este virus y sus formas de contagio.
No podemos avanzar en el conocimiento del virus, todavía. Podemos avanzar, sí, en rectificar los errores cometidos. Un error no se corrige si no se reconoce. Esto le falta al Gobierno.
Un error en el que se persiste es creer que la mayor parte de la población puede sostener la cuarentena. Van 77 días, y podría llegarse a 108.
En su alocución, el jefe del Estado dice que el incremento de contagios ha llegado a un máximo. Conseguir la reducción de casos más rápido, asegura, “depende del compromiso y disciplina de los peruanos”.
Se equivoca. Si todos pudieran tener acceso a víveres y medios de vida en ese lapso, quizá podría optarse por esa estrategia. No es así.
La política de subsidios directos no ha sido eficiente. Hay gente que no come. Hay familias que no tienen cómo atender la salud de sus hijos. Hay cientos de miles y quizá millones de hogares abandonados, y encerrados.
No se puede pedir “disciplina” a estos ciudadanos que no tienen ninguna opción para llevar comida a sus familias.
Basarse en la “disciplina y compromiso de los peruanos” pudo funcionar las dos o tres primeras semanas de cuarentena. Hacerlo ahora es, además de indolente, irreal.
La meseta que no es meseta la explica el Gobierno, ahora, por las diferencias geográficas y sociales del país. Según el mandatario, “el Perú es muy heterogéneo en la forma en que se presenta la pandemia”.
Es heterogéneo, explica el presidente Vizcarra, ya que se puede identificar hasta cuatro zonas geográficas (Amazonía, costa norte, sierra sur y Lima) donde la enfermedad registra perfiles diferentes.
¿No sabía el Gobierno que el país es heterogéneo? ¿Pensaban las autoridades que la conducta social es igual en Piura que en Iquitos o en Moquegua?
¿Cree o creyó el Gobierno que en el caso de Lima cabe esperar un solo tipo de conducta?
Para establecer un sistema de reglas de conducta se requiere conocer a la población. El Perú es heterogéneo, no de ahora. Siempre lo ha sido. ¿No cabía esperar, acaso, eso mismo frente a la epidemia?
El Gobierno no puede decir “nadie sale de sus casas 108 días” y suponer que todos van a obedecer con la misma disciplina.
El 21 de abril, el presidente Vizcarra dijo que el pico de contagios se daría el 26 de ese mes. El 2 de mayo, dijo que “la tendencia va hacia una curva horizontal”, aunque advirtió que eso no quería decir que se había llegado al pico.
El 13 de mayo, el gobernante declaró: “Ya Perú llegó al tope, a la cima, y comienza ya este nivel lento de descenso”.
No fue lo que sucedió. El número de fallecidos pasó de 2.057 el 13 de mayo a 4.230, el 29. Más del 100%.
El Gobierno debe replantear su estrategia, comenzando por la semántica; pero, sobre todo, debe replantear su interpretación del país.