La decisión de Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París envió una clara señal de que ahora vivimos en un mundo G-Cero, un mundo sin un liderazgo consistente. ¿Quién es el líder del mundo libre hoy? Ciertamente, no es Trump, el primer presidente de Estados Unidos desde la década de 1930 que no cree que el liderazgo internacional sea de interés nacional. Para Trump, todo es una transacción. Él ve al mundo no como una comunidad, a veces cooperativa, a veces contenciosa, sino como una arena en la que los líderes fuertes luchan por el dominio. Esta opinión atrae a Trump y él sabe que a sus seguidores leales también.
¿Están los europeos ahora liderando el mundo libre? No exactamente. La alianza transatlántica se ha ido diluyendo gradualmente a lo largo de los años y la elección de Trump tiene a líderes veteranos como la alemana Angela Merkel y nuevos como el francés Emmanuel Macron luchando por nuevas estrategias. Los estadounidenses son escépticos de la OTAN, los británicos están dejando la Unión Europea (UE) y los partidos políticos anti-UE continúan ganando terreno aunque no estén ganando elecciones. Merkel y Macron no parecen ponerse de acuerdo sobre el mejor camino de desarrollo para Europa. Si los líderes europeos no logran satisfacer las demandas de cambio de sus pueblos, entonces las fuerzas populistas que han transformado la política europea en los últimos años seguirán aumentando.
El terreno también está cambiando en el Medio Oriente. Trump puede tener mejores relaciones que Barack Obama con Putin en Rusia, Erdogan en Turquía y Netanyahu en Israel, pero eso no supone ningún nuevo orden en una región aún volátil. Estados Unidos, Rusia, Irán, Turquía, Arabia Saudí e Israel tienen intereses claramente distintos en los campos de batalla de Siria, y ninguno de ellos logra ser suficientemente fuerte como para imponer su voluntad.
El Estado Islámico perderá el poco terreno que le queda, pero seguirá utilizando nuevas herramientas de comunicación para inspirar a seguidores, imitadores y emocionalmente perturbados. El principal problema del terrorismo G-Cero es que la sospecha mutua, no la reconocida necesidad de compartir información entre las agencias de inteligencia del mundo, es ahora la característica definitoria del ciberespacio. En ninguna parte es más evidente el G-Cero.
¿Quién lleva ahora la bandera del libre comercio en el mundo? Estados Unidos, que desde hace tiempo es su campeón, se ha retirado del TPP. Un acuerdo de escala histórica que habría alineado a las grandes economías de ambos lados del Pacífico. A pesar de los mejores esfuerzos del primer ministro japonés, Shinzo Abe, parece probable que Estados Unidos permanecerá fuera del acuerdo por lo menos mientras Trump sea presidente.
Pero esto no se trata simplemente de Trump. Recuerde que también los demócratas Hillary Clinton (a regañadientes) y Bernie Sanders (resueltamente) se opusieron al TPP. Trump también ha dejado claro que quiere renegociar el Nafta con Canadá y México. Un megaacuerdo con Europa y el TPP se encuentran ahora enterrados bajo el peso de la oposición en varios países. Todavía hay acuerdos comerciales multilaterales genuinamente ambiciosos tomando forma. Particularmente, el nuevo acuerdo de Canadá con la UE. Pero esto es una excepción.
¿Es acaso China el nuevo líder en el comercio? Tampoco. El presidente Xi Jinping atrajo reflectores a principios de este año en el Foro Económico Mundial en Davos con una entusiasta defensa del comercio mundial. “Buscar el proteccionismo –advirtió– es como encerrarse en un cuarto oscuro. El viento y la lluvia pueden mantenerse afuera, pero también la luz y el aire”. Sin embargo, el Tratado Económico Comprehensivo Regional de China (RCEP, por sus siglas en inglés), integrado por diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático –además de Australia, China, India, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda– implica una integración del mercado menor que la del TPP. Dice poco, por ejemplo, sobre la inversión, la política intelectual y la política de competencia.
Luego está la iniciativa de la Ruta de la Seda de China, un plan enormemente ambicioso que busca dirigir las inversiones masivas hacia el sur y el centro de Asia para crear nuevos caminos con el fin de potenciar el comercio entre Asia y Europa. Si se ejecuta con sabiduría, este proyecto podría proporcionar un impulso económico histórico para China, la UE y muchos países pobres en medio de ellos.
Desafortunadamente, no hay garantía de que el dinero se invierta por razones económicas más que políticas. La corrupción y la incompetencia pueden retrasar el progreso, amortiguar las ambiciones y alimentar el conflicto político. China tampoco está lista para ofrecer liderazgo creíble en cuestiones de seguridad. Además, la incapacidad de China y Estados Unidos de trabajar juntos para resolver el problema de Corea del Norte sugiere que el conflicto podría triunfar sobre el comercio, incluso en el este de Asia.
En resumen, el número de puntos de controversia globales y “problemas sin fronteras” sigue creciendo y no hay planes de cooperación creíbles para afrontarlos. Mucho menos para resolver los problemas que los han creado. Por ahora, el orden G-Cero parece estar aquí para quedarse.
Traducido del inglés por El Comercio