Nacido para sudar, por Carlos Galdós
Nacido para sudar, por Carlos Galdós
Carlos Galdós

Soy alérgico. Eso significa, entre muchas otras cosas, que frente a cualquier cambio de temperatura automáticamente me enfermo, se me cierra el pecho, me pica la nariz, me lleno de mocos y finalmente termino estornudando y con los oídos tapados. Así nací. Así crecí.

Mi mamá estuvo a punto de mudarse a la urbanización El Cuadro, en Chaclacayo, con tal de que yo pudiera respirar un aire más puro, más sano, menos húmedo. Como no se pudo, decidió combatir mis males respiratorios con una serie de recetas caseras que hoy, a mis 42 años, son parte de mí y no pienso cambiarlas.

1.- El bividí o la camiseta, como prefieren llamarlo discretamente algunos, es una prenda indispensable en mi día a día. No me importa si es ‘matapasiones’, no me interesa si me veo tonto o luzco como mi abuelo. Así haya 35 grados de temperatura y 42 grados de sensación térmica, yo no pienso dejar de usarlo. Me da seguridad frente a cualquier cambio de temperatura, y como a mí me suda la espalda, mejor todavía. Aunque Carla no deje de pedirme de rodillas que no duerma con polo y bividí. Lo siento, yo moriré en mi ley.

2.- Pastillas de alcanfor debajo de mi almohada no pueden faltar nunca. Así me digan que huele a cajón de medias mi habitación, yo prefiero respirar despejadamente y cuando se acaban me pongo un poquito de Mentholatum en cada fosa nasal, además de un pañuelo en la boca por si es que comenzara a respirar por ahí. Duermo siempre con medias: si es invierno, uso las de polar; en verano utilizo unas muy coquetas de seda china. Digan lo que digan, pero las pezuñitas siempre tienen que estar abrigadas. Además, la muerte entra por los pies fríos.

3.- Me baño todos los días con agua hirviendo y convierto el cuarto en un sauna. Eso despeja mis bronquios. Todas las personas que han estado conmigo saben que eso de la ducha romántica conmigo no va. O nos sancochamos juntos o no hay espacio para el amor.

4.- Refrescos, gaseosas, chichas y demás líquidos siempre los tomo sin hielo y sin helar. Eso, evidentemente, también incluye a la cerveza, así me odien. Al costado de mi cama siempre tiene que haber un termo con agua caliente. Una vez a la semana, acostumbro poner eucalipto con agua hirviendo en una fuente de fierro enlozado. Cubierto con una toalla en la cabeza, hago mis inhalaciones.

5.- Odio el aire acondicionado. Tanto en la cabina de radio como en el set de televisión los apago siempre, así me digan que las luces recalientan o así se quejen todos. Yo, por contrato, exijo que el aire acondicionado esté siempre apagado. Lo mismo en el auto. El uso de ventiladores en mi casa está autorizado siempre y cuando den aire de manera indirecta; es decir, nunca frente a mí. Este es el punto más conflictivo de todos, ya que las discusiones se trasladan a mis compañeros de trabajo. Pero lo siento, soy alérgico al aire acondicionado.

Así soy yo, amo el calor. Me gusta sudar y no estoy en el grupo de los que odian el verano. Me encanta la sensación de bochorno, no me gusta abrir las ventanas de mi casa y menos aún esa hélice de helicóptero encima de la cama que se ha puesto de moda. O sudas conmigo o te ventilas sin mí.

Esta columna fue publicada el 28 de enero del 2017 en la revista Somos.