En una entrevista el fin de semana con el presidente de Chile, Sebastián Piñera, en la que habló extensamente sobre la crisis humanitaria en Venezuela, el mandatario chileno se hizo eco de la creciente frustración de muchos líderes latinoamericanos por la actual parálisis de la oposición democrática venezolana.
Piñera estaba hablando en nombre de Chile, pero he escuchado la misma queja en entrevistas recientes con varios otros presidentes latinoamericanos. Dicen que si bien hacen falta más presiones diplomáticas internacionales contra la dictadura de Venezuela, no serán efectivas si no están acompañadas por protestas callejeras y una oposición democrática cada vez más fuerte y unida.
Piñera elogió las sanciones individuales de Estados Unidos y Europa contra funcionarios de alto rango de Venezuela. Y celebró la petición sin precedentes de Chile y otros seis países, entre ellos Argentina, Colombia, Canadá y Francia, para solicitar una investigación de la Corte Penal Internacional sobre posibles crímenes de lesa humanidad del presidente venezolano, Nicolás Maduro.
Y Piñera sugirió que varias democracias latinoamericanas podrían dar el paso de desconocer explícitamente a Maduro como presidente legítimo.
“Los países del Grupo de Lima en general no reconocemos la legitimidad de la última elección presidencial (en Venezuela), porque no fue una elección limpia, abierta, democrática... Por lo tanto, no vamos a reconocer a Maduro como presidente de Venezuela”, me dijo Piñera.
Pero subrayó que todo esto “ayudaría mucho si la oposición democrática venezolana se uniera más y tuvieran una posición más fuerte y más clara”. Agregó que desgraciadamente, tras haber intentado negociaciones con el gobierno y realizado manifestaciones masivas en las que murió mucha gente, “eso paró”.
Como prácticamente todos los presidentes latinoamericanos, Piñera dijo que se opone a una intervención militar en Venezuela, señalando que podría tener consecuencias negativas imprevistas.
Una nueva encuesta en Venezuela ayuda a explicar la perplejidad de los funcionarios extranjeros ante la disminución de las protestas callejeras y las disputas entre los líderes opositores venezolanos.
La encuesta realizada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y la firma Ratio UCAB dice que si bien el régimen de Maduro tiene un índice de aprobación de solo el 32%, aproximadamente el 54% de los venezolanos cree en la narrativa gubernamental de que la hiperinflación y la escasez de alimentos se deben a empresarios y comerciantes que están acaparando productos para enriquecerse.
Sorprendentemente, solo el 20% de los venezolanos reconoce la verdadera razón de la escasez de alimentos: las desastrosas políticas económicas de Maduro, que impiden que el sector privado no pueda producir nada, entre otras cosas porque los costos de producción son más altos que los precios máximos fijados por el gobierno.
Luis Pedro España, un profesor de la UCAB que dirigió la encuesta, dijo a los medios venezolanos que la razón por la que tantos venezolanos creen en la explicación de Maduro es que “la oposición ha desaparecido de la escena pública”, y nadie le está explicando bien a la gente lo que está pasando.
Debido a eso, y al control del gobierno de la mayoría de los medios, millones de venezolanos no están haciendo una conexión entre la crisis humanitaria del país y las absurdas políticas del régimen.
Lo cierto es que la oposición venezolana ha permanecido en un estado de ‘shock’ desde que Maduro se proclamó ganador de las elecciones fraudulentas del 20 de mayo, y hubo pocas protestas callejeras. El año pasado, al menos 150 manifestantes murieron en protestas masivas contra el gobierno.
Ahora, los líderes de la oposición están tratando de formar un nuevo frente unido opositor. En una reunión en Boston el pasado fin de semana organizado por el profesor de Harvard Ricardo Hausmann, medio centenar de políticos y académicos venezolanos se reunieron para crear un plan económico y social para el día después que caiga Maduro.
Aunque esta iniciativa no aborda el punto clave de cómo derrocar al régimen de Maduro, podría servir como una hoja de ruta para unificar a la oposición.
Sería bueno que lo haga, porque –aunque muchos venezolanos la desean– es muy improbable que se produzca una intervención militar extranjera, y ninguna presión diplomática internacional derribará a la dictadura venezolana si no está acompañada por una fuerte oposición interna.
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