¿Qué pasó con el Perú?, por Fernando de Trazegnies
¿Qué pasó con el Perú?, por Fernando de Trazegnies
Fernando de Trazegnies

Después de dos décadas de desarrollo, no cabe duda de que el Perú está ahora pasando por una época difícil: crisis política, crisis económica (con orígenes internacionales pero también, en buena parte, derivada de la crisis política), crisis del tránsito que ya nadie tolera, crisis causada por la “alta delincuencia” que trafica con drogas y roba terrenos y casas falsificando registros, crisis judicial, crisis de la seguridad callejera que desmoraliza al ciudadano de a pie, el cual resulta atacado por los maleantes en la calle o dentro de su propio domicilio.

No soy especialista en ni en Derecho Constitucional, por lo que hablo simplemente con esa reacción espontánea del individuo que recibe todos los días un gran número de noticias aterradoras sobre robos, atentados y muertes.

Esta atmósfera malsana que todos respiramos, querámoslo o no, es el resultado de muchos factores: un Gobierno que no gobierna y que incluso es acusado de algunos delitos (independientemente de si la acusación es válida o no lo es); un Congreso que se bambolea por las presiones y empujones que recibe del propio Gobierno y de aquellos grupos políticos que han sido débilmente constituidos por lo que están sometidos al vaivén del momento; un Poder Judicial que, desconcertantemente pero con la sonrisa en los labios, deja en libertad inmediata a los delincuentes capturados por la policía. Fiscales, procuradores y jueces timoratos o corruptos. Y ahora, la mezcla entre la discusión pública y las acusaciones penales contra los principales actores políticos adquiere visos de una (mala) película detectivesca. Llega un momento en que ya nadie alcanza a saber a ciencia cierta quién es el investigador y quién es el investigado porque se disparan acusaciones desde todos los bandos.

Los delincuentes –que incluyen niños y adolescentes– crean mafias y se sienten orgullosos de pertenecer a ellas. Disputan dentro de las bandas quién es el mejor “ajustador de cuentas” (vale decir, quién es el asesino más efectivo). Y estas mafias –que son muchas– se colocan nombres pomposos y se ríen de todo el mundo. Las agrupaciones de trabajadores, como en el caso del sector de construcción civil, se vuelven centros de matonería, donde el que no obedece las reglas impuestas por los líderes es rápidamente exterminado en la puerta de su casa y delante de toda su familia.

La última novedad son las granadas explosivas, utilizadas con una maldad y un cinismo notables. Por ejemplo, los delincuentes se han dedicado a intimidar con ellas a los colegios de cada barrio para que les paguen una importante cuota mensual. Para este efecto, le envían un aviso al director advirtiéndole que si no cumple con el pago mensual, le harán explotar una granada en el colegio. El hecho de que los colegios sean instituciones importantísimas para el desarrollo intelectual de los peruanos así como lugares posibles de muerte de muchos niños en razón de las explosiones es algo que a la mafia le tiene sin cuidado. Hace pocos días falleció una niña en su cama a causa de una dinamita (probablemente procedente de la minería informal) que le fue arrojada por la ventana de su dormitorio. ¿Podemos quedar indiferentes ante tanta maldad?

¿Dónde están los defensores de los derechos humanos? No es solamente cuando el Gobierno atenta contra esos derechos fundamentales que se debe protestar, sino también cuando los derechos a la vida y a la propiedad son pisoteados impunemente por la gente de mal vivir, sin que el Gobierno sea capaz de poner freno. Ahora es el momento de salir a denunciar las deficiencias del Estado en el control de estas plagas sociales.

Para enrarecer aun más la asfixiante atmósfera, nos encontramos programas en la televisión que se dedican fundamentalmente a la presentación de hechos delincuenciales y accidentes de tránsito de todos los tipos, mostrando indecentemente los muertos y lesionados que ruedan a causa del impacto. Y, lo que es más curioso, si les falta material peruano de esta índole para completar el programa, no dudan en pasar por la televisión siempre accidentes y crímenes pero esta vez recogidos en Rusia y en (no es exageración). ¿Qué importancia puede tener para el peruano esa información de países tan alejados y diferentes del nuestro? Ninguna. La única explicación es que estas noticias se pasan para promover y satisfacer el morbo de algunos peruanos.

Esperemos que el Perú alcance a librarse de esta oligofrenia social. No sé cómo lo hará. Pero hay que pensar seriamente en ello porque, en caso contrario, esas fuerzas del mal (que se encuentran entre políticos, jueces, fiscales, procuradores, delincuentes y muchos más) nos transformarán en un país incivilizado, pobre y salvaje.