Mientras los uruguayos son despedidos con honores de héroes nacionales, mientras los futbolistas argentinos son más queridos que Charly García o Fito Páez, aquí en Perú el amor por la selección blanquirroja vive una muerte lenta acompañada por el canto fúnebre de la indiferencia. Ese barco del cariño sobre el cual debía navegar el equipo nacional hoy se ha quedado sin tripulantes. Se fueron todos. No queda nadie, ni siquiera Amador Vargas. Tampoco Delfor Palacios.
Me preocupa la nula conexión de la selección con la gente. Es algo que no tiene precedentes. Con Markarián el inicio tuvo conmovedores comerciales; hasta Chemo trajo bajo el brazo una cuota de ilusión. Perú enfrentará mañana a Inglaterra y un partido del Torneo del Inca entre Unión Comercio y San Simón parece tener más expectativa. Eso es inconcebible, durante años soñamos con ver a Perú en Wembley. Le tocó a Colombia (con el escorpión de Higuita), a Chile y esta vez nos miraron a nosotros. Ahora solo una foto gigante de Rooney en portada nos salva del nulo interés despertado.
Las camisetas blanquirroja no se venden, nadie en el aeropuerto se toma selfies con los futbolistas. De tu alpiste me cansé. A llorar a otra parte. Todas las canciones de despecho encajarían para describir el deteriorado feeling del hincha con la selección. ¿Qué ha pasado? Mi teoría es que el fanático blanquirrojo vive el desencanto del amante a quien le rompieron el corazón setenta veces siete. Suficiente para guardar la pasión en el equipaje de mano y subirse a la nave del olvido.
La sensación que me deja este equipo peruano es de aislamiento. Como si estuvieran encerrados en una burbuja para no escuchar cuestionamientos. Desde la Videna debe llegar un mensaje a la gente. El equipo debe volver a ser de todos. Aunque eso por ahora es difícil. Tenemos al presidente de federación (Burga) menos querido de la historia, nuestros jugadores son pifiados en la calle porque no quieren jugar en sus vacaciones y el técnico Pablo Bengoechea es un apóstol del trabajo, pero tiene tanto carisma como un Primer Ministro inglés.
Dirán que lo más importante es mantener al grupo unido, pero sí es importante conectar con el público. La hinchada no juega (es cierto) pero todo nuevo proceso debe iniciarse con un buen clima. Es difícil creer que el amor acaba. Perú jugará el partido soñado ante Inglaterra pero el país futbolístico tiene menos entusiasmo que Marco en el Día de la Madre. Nos dañaron el amor, nos dejaron con el corazón en la mano. Un corazón que no late porque ha dejado de creer.