Probablemente la presidenta del Consejo de Ministros Ana Jara obtendrá el voto de confianza del Congreso la próxima semana. Tiene a su favor el ser ella misma parlamentaria, lo cual establece una relación de confianza con sus colegas, aún con los de oposición. Un ejemplo es el respaldo público de la congresista fujimorista Luisa María Cuculiza.
Jara ha mostrado, además, un comportamiento abierto y dialogante. Se trata, ciertamente, de un formalismo, pero las formas también cuentan en una democracia.
En las conversaciones con las diferentes bancadas del Congreso y líderes políticos no hay mucha sustancia, porque ni el gobierno ni la oposición tienen ideas, proyectos o propuestas que discutir y negociar. Además, la pareja presidencial, que es quien realmente toma las decisiones, no ha mostrado nunca, en estos tres años, disposición al diálogo y al entendimiento, ni siquiera con sus propios partidarios, como lo demostró la imposición de Ana María Solórzano en la Presidencia del Congreso aún a costa de una escisión en la bancada oficialista.
Y no es que no existan grandes asuntos que merezcan una discusión urgente. Por ejemplo, la corrupción descontrolada en los gobiernos regionales y municipales debería ser un tema que amerite propuestas y alternativas para modificar el esquema de descentralización vigente.
La podredumbre puesta en evidencia en el Ministerio Público a raíz del caso de Áncash, y la red de corrupción de Rodolfo Orellana, que actuó impunemente durante años con protección y complicidad judicial, deberían haber suscitado preocupación en los políticos y propuestas consistentes de reforma del sistema judicial.
El enfriamiento de la economía podría haber motivado un debate de proposiciones articuladas, seguramente disímiles y contradictorias de acuerdo a las ideologías y los intereses, pero coherentes.
Nada de eso ha ocurrido y por tanto no hay nada importante que discutir y negociar. Todo se reduce entonces a componendas como la protección que tendrán los jefes políticos que tienen algunos votos en el Congreso, como Alejandro Toledo o Luis Castañeda por Ecoteva y Comunicore.
O pequeñas prebendas como presidencias de comisiones en el Congreso y empleos para allegados y partidarios en el Estado.
A estas alturas, quedan pocas dudas que la incompetencia del gobierno no cambiará en los dos años que quedan. Lo más preocupante es la insuficiencia de la oposición, que quedó en evidencia esta semana con el incidente protagonizado por el congresista fujimorista Juan José Díaz Dios.
El jueves Díaz acusó a Nadine Heredia de ser la autora del nombramiento de Ana Jara como primera ministra, basándose en una columna de ficción humorística de Yuri Rodríguez publicada en la revista “Velaverde”. Rodríguez inventa, con mucha gracia, unos correos electrónicos supuestamente intercambiados entre Jara, René Cornejo y otros miembros del gobierno.
El asunto es que el congresista Díaz Dios se tomó en serio un texto que cualquier persona sensata descubriría que es ficción, aunque esté reflejando la realidad. Y quedó en ridículo.
El problema es que Díaz preside una muy importante comisión del Congreso, la que investiga el caso de la protección indebida a la casa del operador montesinista Oscar López Meneses.
Precisamente esta semana la periodista Cecilia Valenzuela, que fue la que descubrió el caso, publicó en este Diario un nuevo hallazgo: en octubre del año pasado la policía investigó un local ubicado a pocos pasos de la casa de López Meneses porque había movimientos que consideraba sospechosos. El asunto es que el hijo de los Humala Heredia asiste a un nido cercano y la policía, justificadamente, se preocupó e investigó. (“La pista que lleva a palacio”, 13/8/14).
La pregunta que sigue es obvia: ¿Y no se preocuparon por los 8 patrulleros en una casa que queda a pocos metros de la primera? ¿Nadie informó a Palacio? ¿Y allí no preguntaron nada?
Después del absurdo desliz de Díaz Dios, uno de los más importantes miembros de la principal bancada de oposición, el oficialismo tendrá pretextos para desacreditar los resultados de esa investigación que infructuosamente trató de impedir desde que estalló el escándalo.
En síntesis, a la pobreza franciscana de ideas y operadores políticos del gobierno, hay que agregarle una penuria similar en el lado de la oposición. En ese ambiente, Ana Jara puede navegar cómodamente, por lo menos algunos meses.