Urpi Torrado

y no son lo mismo. A pesar de usar la misma base de datos (la data de la Encuesta Nacional de Hogares, Enaho, del INEI), se mide y analiza en forma distinta. La medición de la pobreza se centra principalmente en la capacidad de las personas de satisfacer necesidades básicas como alimentación, vivienda y vestimenta. Se suele trabajar con la información de ingreso y gasto de los hogares. Por otro lado, los niveles socioeconómicos consideran una gama más amplia de factores, proporcionando una visión más detallada de la posición de una persona dentro de la estructura social y económica del país.

Para medir niveles socioeconómicos no se utilizan ingresos ni gastos, pues en las encuestas regulares la gente no quiere revelar dicha información o no es sincera al respecto. Si bien no hay una definición oficial, es la Apeim (Asociación Peruana de Inteligencia de Mercados) la que ha desarrollado la fórmula en el Perú con base en la data oficial y actualiza anualmente esa distribución.

Si bien hay muchas formas de segmentar a la población para entender su comportamiento, los niveles socioeconómicos (NSE) son utilizados por su evidente influencia en las condiciones de comportamiento de la población. Para su definición y cálculo se utilizan dos tipos de variables; económicas (de flujo) y sociales (de stock). Las variables económicas están referidas a un flujo de valor que representa la situación actual del individuo, se define directamente en términos económicos para lo que se suele usar preguntas relacionadas a la tenencia de bienes. Las variables sociales reflejan el patrimonio acumulado del individuo, cuyo valor se expresa como sinónimo de status, para lo que se suele usar las preguntas relacionadas a educación, salud o características de la vivienda. Por ello, aunque disminuya la capacidad adquisitiva de un hogar, no necesariamente varía su clasificación socioeconómica. Asimismo, pasar de un nivel a otro es un proceso que toma tiempo, pues estudiar una carrera o mejorar el acabado de una casa no sucede de un día para otro, ni se pierde de inmediato.

Aunque en los comparativos anuales se ve cierta movilidad social, no se ven importantes cambios en la estructura socioeconómica del país. Ha disminuido la capacidad de gasto de los hogares de los distintos estratos, pues los ingresos aún se encuentran por debajo de niveles previos a la pandemia. A ello se suma la inflación acumulada de estos últimos años, los costos de vida aumentaron más rápido que los ingresos, erosionando el poder adquisitivo de las familias, pues enfrentan mayores dificultades para mantener su calidad de vida.

Esta situación refleja una vulnerabilidad oculta que las estadísticas tradicionales pueden no capturar completamente, pero que se viene traduciendo en descontento social y frustración. Es muy difícil ver cómo se van desvaneciendo años de esfuerzo y trabajo. El riesgo de no atender esta situación es que algunos no vean más allá del bienestar propio y apuesten por propuestas más radicales con efectividad de corto plazo sin mirar el futuro, ni el país ni las consecuencias sobre este.

Por lo tanto, ambas mediciones no son excluyentes; son complementarias. Mientras que el indicador de pobreza tiene como objetivo identificar a los más vulnerables para dirigir ayudas y políticas sociales, con la información de los NSE podemos entender la distribución del bienestar en la sociedad. Por tanto, la comprensión de los NSE facilita la creación de programas que fomenten la movilidad social y mejoren la calidad de vida en todos los estratos. Ambos conceptos son herramientas esenciales en la lucha contra la desigualdad y en la construcción de un país más justo y equitativo.


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Urpi Torrado es CEO de Datum Internacional