En el Perú existen 24 partidos políticos inscritos y otros cinco en proceso de inscripción. ¿Son esos números razonables para un país como el nuestro? ¿Acaso existen 29 formas marcadamente distintas de entender la realidad peruana como para que cada una justifique tener una organización representativa de alcance nacional? ¿No le complicamos la vida al votante al darle en cada elección un menú con demasiadas opciones que no son precisamente distinguibles entre sí? ¿No genera esto excesiva fragmentación en el Congreso y gobiernos con insuficiente respaldo en el Legislativo? ¿No estaríamos mejor si hubiera, como mucho, cuatro o cinco partidos políticos con una definición ideológica más clara y, ojalá, con mayor representatividad?
Se ha convertido en una verdad de Perogrullo en algunos círculos decir que el camino para hacer de nuestro sistema político algo menos caótico y más gobernable es reducir el número de partidos, lo que podría lograrse con una combinación de reformas legales. La sola noticia de que se está creando tal o cual partido es tomada generalmente con desdén: “¿Para qué? ¿No tenemos ya suficientes? ¿Acaso no sabemos cómo va a terminar cualquier esfuerzo en esa línea?”. Parece que hemos perdido la fe en que pueda venir algo mejor a lo que hoy tenemos. Quizá hasta nos estemos haciendo la idea de prescindir de los partidos políticos por completo.
¿Suena extremo? En una reciente sesión del programa de formación política para jóvenes de Recambio, le preguntamos a los participantes si creían que una democracia podría funcionar sin partidos políticos. Los primeros en levantar la mano dijeron rotundamente que no y argumentaron de distintas maneras que estos son y seguirán siendo los actores por excelencia de los sistemas políticos. Pero después apareció igual número de opiniones en sentido contrario, subrayando el hecho de que ahora, con las tecnologías disponibles, los ciudadanos pueden expresarse políticamente sin necesidad de intermediarios.
Luego hicimos una pregunta algo distinta: ¿existen partidos políticos hoy en el Perú? Algunos dijeron que no porque los que tenemos no cumplen con algunos requerimientos mínimamente exigibles, como ser genuinamente representativos. Otros –la mayoría– dijeron que sí existen, ateniéndose a una definición más formalista (están legalmente inscritos como tales), pero coincidiendo en que están muy lejos del estándar básico de representatividad o buen funcionamiento al que tendríamos que aspirar.
Y aquí viene la parte interesante. Después de dedicar varios minutos a comentar sobre casos notables de innovación en el mundo empresarial, en la política pública o en iniciativas de impacto social, dividimos a los participantes en grupos y les pedimos que hicieran el ejercicio de pensar en cómo crear desde cero un nuevo partido político, como si fuera un proyecto de innovación disruptiva.
Es decir, que trazaran cómo sería su estructura y democracia interna, con qué tipo de recursos y herramientas debería contar, cómo se relacionaría con sus militantes, cuáles serían sus principales luchas. Había una complejidad adicional, porque los participantes de Recambio han sido convocados precisamente por su diversidad ideológica, de modo que había conservadores, progresistas y liberales viendo si podían ponerse de acuerdo en crear un partido político juntos.
No hablamos habitualmente de la importancia de la innovación en la política, pero uno podría afirmar que la única manera de hacer que la democracia perdure durante el siglo XXI es reconociendo que el partido político como categoría institucional ha caído en una suerte de obsolescencia, y que la salida no es la innovación incremental ni mucho menos la prolongación del ‘statu quo’. Necesitamos ciudadanos y ciudadanas dispuestos a generar una verdadera disrupción (en el sentido positivo de la palabra) en el sistema de partidos, que traiga consigo nuevos actores o reconvierta a los actuales en algo muy distinto a lo que vemos hoy y, en efecto, desplace a los que no son capaces de entregarle valor a sus beneficiarios (electores y militantes).
En el Perú tenemos mentes brillantes innovando en todo tipo de sectores. La política, crucialmente, tendría que ser uno de ellos.