Como en otros casos de violentos asesinatos a manos de hijos de familia y sin historial delictivo, el llamado “Crimen de San Borja”, en el que André de Silva Santisteban, de 19 años, apuñaló 20 veces a la hermana de su madre, deja más que horror.
Nos deja turbados porque es otro hecho en el que el victimario es un joven presuntamente sano y sin propensión a matar, y la víctima un pariente de su más íntimo círculo hogareño.
Unos colegas lo tuvieron como alumno universitario. "¿Qué pasa con algunos estudiantes como él, que asisten a clases y parecen vivir tan tranquilos?”, se preguntaban. Y es que De Silva no es el primero.
Elizabeth Espino, de 21 años; Marco Arenas, de 23; o E.T.N, de 14 –quien asesinó a golpes con una pesa a su madre Vylma Niño de Guzmán– son algunos otros jóvenes fratricidas cuyas vidas transcurrían aparentemente equilibradas y que con sus actos de brutal sangre fría han llamado a la alerta social en los últimos meses.
¿Qué está pasando con la salud mental de los limeños que cada vez son más frecuentes estos acciones psicópatas?
Algunos datos recientes dan para pensar en ello. Como ha informado el Ministerio de Salud, sus hospitales recibieron en el 2013 casi un 30% más de pacientes con problemas emocionales que el año anterior. Este es un cuadro general en el que están trastornos como la depresión, la ansiedad, la esquizofrenia y el alcoholismo, ciertamente, pero también los desórdenes de personalidad conocidos como “antisociales”.
Si bien aún no numerosas, las psicopatías antisociales constituyen uno de los males con registro regular en los diagnósticos recientes. El psiquiatra Carlos Bromley decía que en el 2012 los hospitales públicos recibieron poco más de 8 mil casos de desórdenes de personalidad en general, de los cuales unos 390 eran psicopáticos.
Lo que caracteriza al psicópata no es necesariamente una condición genética o la falta de alguna sustancia química. El psicópata es un ser en osmosis con la sociedad, amoral, inescrupuloso, sin remordimientos ni culpa. Hábil en el logro de sus metas. Impresiona o seduce para lograr sus cometidos.
Lo que hace alarmante a esta población en actividad es que está potenciada por las influencias del entorno. Actúa como “gente normal”, y se acomoda a las actividades sociales. Pero cuando su inusual ausencia de moralidad encuentra eco, siembra las bases de una peligrosa nueva norma.
Estudios desarrollados por el Grupo de Análisis para el Desarrollo –GRADE– en Lima, Huancavelica y Loreto muestran que en estos lugares del Perú casi el 45% de los niños han sido víctimas de violencia en el hogar. Sus resultados llaman la atención sobre la actitud frente al castigo físico, y su justificación y legitimación al interior de la familia. No hay pues que estirar mucho las conclusiones para comprender el enrarecido ambiente que estamos construyendo. Y no está muy lejos, está en la casa de al lado.