Jaime de Althaus

Nuestro país carece de una visión de futuro, digamos al 2050, que oriente la mirada de los y sirva de base común a los programas de los o de los candidatos presidenciales. Una visión compartida ayudaría mucho a retomar el crecimiento acelerado que necesitamos para volver a reducir la pobreza y renovar la esperanza en un país viable para todos.

Hay determinadas actividades y proyectos que contienen una proyección de muy largo plazo y que en sí mismos señalan claramente un norte. Es cuestión de reconocerlo y comenzar por allí.

Uno de ellos es la minería en general, y la de cobre y litio en particular, dos minerales que tendrán gran demanda porque son componentes claves de las energías renovables hacia las que transita el planeta. El Perú puede convertirse en un jugador global si desarrolla su potencial como proveedor de esas materias y, más aún, si construye un clúster de industrias y servicios que provea de insumos a esa minería y también una industria de procesamiento de esos minerales, en lo que resulte posible y rentable.

Lo interesante es que simultánea y casi milagrosamente, gracias a la visión de algunos peruanos, está en ejecución en nuestro país el puerto de Chancay, una inversión de más de US$3.000 millones que convierte al Perú en un país eje en el comercio intercontinental, reafirmando nuestra vocación de integración al mundo vía el libre comercio, haciéndola aún más rentable gracias al hecho de que los productos que vengan de Asia o de América del Norte llegarán más baratos porque vendrán en megabarcos sin escalas intermedias, y los productos que exporte el Perú tendrán mayor competitividad –es decir, se podrán vender más barato en los mercados de destino– por la misma razón.

Entonces, el puerto de Chancay también contiene en sí mismo una visión del futuro del Perú. Nos hace más integrados al mundo, y con ventaja. Lo extraordinario es que ambos proyectos, el minero que mencionábamos arriba y el megapuerto de Chancay, se complementan y potencian mutuamente, porque será interesante y rentable establecer, en el gran parque industrial que se construirá anexo al puerto, industrias que aprovechen parte de cobre y el litio que produciremos para la fabricación, por ejemplo, de baterías o de carros eléctricos para la exportación, acaso con un régimen tributario especial sobre todo los primeros años, al estilo de una zona franca. U otras industrias de distinto tipo.

Pues, si el Perú va a jugar un papel estratégico en la transición energética global, también puede aprovechar ese rol para avanzar en otros encadenamientos vinculados.

Para no hablar del desarrollo vial que demandará la operación del puerto y las posibilidades de exportación de la aún embrionaria industria forestal desde Pucallpa o la agroexportación del norte, y otras, que se volverían aún más rentables.

Un puerto, entonces, que tiene implícitos un plan macrorregional de desarrollo infraestructural y productivo, un salto industrial exportador y un posicionamiento geopolítico internacional.

La propia ciudad de Chancay se transformaría en una ciudad moderna con gran cantidad de oportunidades de trabajo y de negocios, vinculadas a la operación del puerto y del parque logístico e industrial.

Por supuesto, el turismo en todas sus variantes forma parte de esta visión de un país que recibe al mundo. Y con claridad respecto de esta hoja de ruta nacional será más fácil orientar la oferta de la educación básica y superior.

En general, tener clara una visión del Perú a largo plazo ayudará a la gobernabilidad de nuestro país, porque discutiríamos sobre la base de un acuerdo general previo. Sabremos hacia dónde vamos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Jaime de Althaus es analista político