Reputaciones destruidas, por Alfredo Torres
Reputaciones destruidas, por Alfredo Torres
Alfredo Torres

La llegada del Caso Lava Jato al Perú, cuya punta de lanza son las confesiones de Odebrecht, está destruyendo con la voracidad de un incendio la reputación de personas, empresas, ideas y hasta nacionalidades completas. Si hubiese que hacer un símil con los efectos devastadores de un incendio, podrían clasificarse las pérdidas de reputación con la misma escala con que se mide la gravedad de una quemadura.

En el primer grado, que supone un enrojecimiento superficial, están todos aquellos que han tenido alguna relación laboral o comercial con Odebrecht y con los acusados de corrupción. Esta lista se irá extendiendo conforme salgan a la luz los diversos casos en que empresas brasileñas (Odebrecht, OAS, Camargo Correa, etc.) corrompieron a autoridades nacionales, regionales y municipales en el país. Muchos trabajadores, ex trabajadores y hasta proveedores de estas empresas y autoridades corruptas serán vistos con suspicacia.

Las quemaduras de segundo grado penetran más en la piel y causan más dolor. En este campo tenemos las alianzas público-privadas y las concesiones. Al haber sido violentadas por la corrupción, la desconfianza complicará la firma de estos contratos en el futuro. Es también el caso de todas aquellas autoridades y funcionarios que firmaron estos contratos y sus adendas, que ahora deben demostrar que fueron tontos útiles y no cómplices de la corrupción.

Las quemaduras de tercer grado son más graves y su cicatrización es mucho más lenta. En esta categoría caen personas y organizaciones que fueron socias de los corruptos, como Graña y Montero, que fue socia de Odebrecht. G&M ha sido una de las empresas más admiradas en el país y esa reputación le da resiliencia para sobrellevar las críticas, pero le tomará tiempo y decisiones difíciles recuperar su prestigio.

También con quemaduras de tercer grado está el Estado Brasileño, cuyo gobierno bajo Lula y Rousseff apadrinó el Foro de Sao Paulo y el pacto vergonzante entre la estatal Petrobras y las empresas de construcción de su país, así como su expansión por el continente mediante la corrupción. Mientras no haya una renovación total de la clase política brasileña, será difícil que ese país recupere su prestigio internacional. 

Las quemaduras de cuarto grado llevan a la necrosis y hasta la muerte. Es el caso de quienes recibieron grandes coimas, como parecen ser los casos de las parejas Toledo-Karp por la Interoceánica y Humala-Heredia por el gasoducto. También es la situación de la empresa Odebrecht, que probablemente tendrá que liquidarse luego de haber vendido todos sus activos. La pérdida de reputación en estos casos es absoluta.

Con respecto a Alan García, si bien hasta el momento hay menos evidencias directas que en los casos anteriores, su reputación también sufre quemaduras de cuarto grado al sumarse las denuncias actuales con las graves denuncias que se formularon en su primer gobierno y de las cuales se libró por la prescripción. 

En este devastador incendio, que seguramente seguirá extendiéndose por varios meses más, hubo reputaciones que se salvaron: funcionarios públicos que renunciaron para no someterse a contratos perjudiciales para el país y periodistas que investigaron y denunciaron a los políticos corruptos y las empresas corruptoras. ¿Habrá reputaciones que crecerán con el tiempo? Ojalá sí. Fiscales, procuradores y jueces que tengan el valor y la habilidad de enfrentar con éxito la gran corrupción que nos ha devastado tienen una gran oportunidad por delante.

¿En qué situación se encuentra el presidente Pedro Pablo Kuczynski? Por ahora, tiene quemaduras de segundo grado, al haber sido ministro de Toledo y haber dejado pasar –junto al Congreso de entonces– el despropósito que representó el contrato de la Interoceánica. Sin embargo, podría pasar a tercer grado si se descubre que recibió donaciones de empresas brasileñas para su campaña. Según parece, no fue así –Favre no lo asesoró, como sí lo hizo con Humala y Villarán–, pero, si fuese el caso, lo mejor sería que él mismo brinde la información antes de que se descubra. Lo mismo se aplica para Keiko Fujimori y otros ex candidatos. Todos los políticos están ahora bajo la sombra de la sospecha.

Reputación es lo que dicen de ti cuando no estás presente. Las personas e instituciones con gran reputación generan más confianza y desarrollan un halo positivo que las protege de acusaciones sin fundamento. Pero la reputación se sustenta en la conducta. Si algo bueno dejan los incendios es que enseñan a corregir descuidos y otras malas prácticas. Ojalá esta enorme crisis de reputación enseñe a personas e instituciones que no basta con parecer honestas. Hay que serlo.