Querida Ariana Grande:
No me conoces. Soy muy viejo para ti. Tus canciones están más en la onda de mi hija. De hecho, te veíamos juntos en la serie de Nickelodeon “Victorious”. Debo decirte que me caías mejor que la protagonista. Ella parecía producida en una impresora 3D de estrellas de cine. Tú tenías un aspecto más humano, con tu pelo rojo.
Desde entonces, me entero de ti de vez en cuando, cuando ganas un premio MTV o te nominan para un Grammy. Por supuesto, me fijé hace dos años en tu escándalo del donut. ¿Recuerdas? Saliste de fiesta con tu novio, y acabaste de madrugada en una pastelería. Cuando el vendedor no miraba, lamiste un donut y lo devolviste a su sitio. Remataste tu operación con las palabras “Odio América”. La verdad, fue divertido.
Ya sabes lo que pasó después: alguien filtró el video de la cámara de seguridad a Wikileaks y ardieron las redes sociales. “Antiamericana”, “traidora”... te dijeron de todo. La Casa Blanca llegó a vetar tu presencia en un acto porque representabas mala publicidad para el Gobierno.
¿Sabes qué? Yo te defendí entonces. Una defensa totalmente inútil, por supuesto, en alguna cena con amigos, pero lo hice. Dije que lo que hace grandes a las democracias occidentales es precisamente la libertad. Libertad incluso para ser un imbécil si vas medio borracho de madrugada (siempre que no atropelles a alguien, claro. Tu libertad termina donde empieza la de los demás). En cambio, una sociedad donde cada persona está vigilada las 24 horas, y cada travesura boba es castigada con el escándalo masivo, es un infierno reprimido donde no vale la pena vivir.
Además, tú no tienes nada de imbécil. En tus redes sociales, ante más de 150 millones de seguidores, siempre defiendes a las mujeres del acoso sexual y la cosificación, y animas a las niñas a sentirse dueñas de sus vidas. Ese mensaje es muy inspirador para mucha gente.
Precisamente por eso, un psicópata escogió tu concierto del lunes en Manchester para hacerse volar por los aires con un explosivo matando a 22 personas e hiriendo a 59. Ha habido otros atentados en Europa, querida, pero esta vez, las fotos de las víctimas han sido más conmovedoras que nunca: niñas de 16 años, hasta de 8, que iban al primer concierto de su vida, y que veían en ti un modelo de conducta para sus propias vidas.
Tú también fuiste una víctima, Ariana, aunque no te saltase metralla al cuerpo. Te has declarado “rota”, y no me cabe duda de que estás destrozada. Has anunciado la suspensión de tu gira, y es obvio que no te quedan muchas ganas de bailar.
Por eso te escribo esta carta, aunque sé que no la leerás. Porque no quiero que canceles tus conciertos.
¿Sabes lo que odian los terroristas? La diversión. Como están llenos de odio, no soportan que alguien pueda reír, bailar o pasarlo bien. Por eso atacan fiestas de Año Nuevo en Turquía, balnearios turísticos en Túnez, discotecas en Orlando o salas de concierto como la parisina Bataclan. Para que triunfe su reino de violencia, necesitan que todo el mundo esté tan furioso como ellos. Por eso, la cultura, la creatividad y la alegría son armas fundamentales en su contra. Por eso, tú lo eres.
Tú nunca quisiste una dimensión política global. Pero para construir un mundo mejor, y para vencer al psicópata de Manchester, tienes que seguir haciendo que las chicas bailen, rían y piensen.
En realidad, solo tienes que ser tú misma.
Ojalá puedas.