Ayer nos enteramos de que la demanda interna mantuvo en azul el PBI de julio. Que la caída en construcción, manufactura y minería fue atenuada por el comercio y los servicios. Gran parte del mercado interno está en Lima, muchos trabajan desde sus talleres familiares ubicados a lo largo y ancho de la ciudad. La mayoría en la nueva Lima, que ha crecido hacia el norte y hacia el sur. La que transporta su productos, para terminar de hacerse, por vías y avenidas cada vez más congestionadas.
En poco más de dos semanas, Lima elegirá una nueva administración. Pero el calvario que vivimos a la hora de trasladarnos no vislumbra solución. El transporte y las vías en Lima están lotizadas, se administran por partes y ninguna tiene planes de coordinar con la otra.
La reforma del transporte, o el corredor azul, que la alcaldesa saliente muestra como la obra emblemática de su gestión, no ha reformado nada; hubiera sido revolucionario en los años sesenta –cruza la Lima tradicional, del Rímac a Miraflores–, pero en estos tiempos no aporta gran cosa.
Los problemas los atraviesan la gran mayoría, sobre todo los pequeños y medianos industriales que viven y dan trabajo en el norte, en el este y en el sur de la ciudad. La avenida Universitaria, la vía más importante entre Lima norte y el resto de la ciudad, se ha convertido en un embudo: tiene un trébol al que le falta una ‘oreja’, un muro que divide la avenida en dos, a la altura de la Universidad de San Marcos, y un puente hundido por la indolencia e ineficacia de la gestión de Villarán.
El trébol que debió terminarse de construir en el 2010 para agilizar el cruce entre la Universitaria y Venezuela, donde desembocan los vehículos que vienen de Lima norte, tiene años inconcluso. Un grupo de estudiantes –que probablemente a estas alturas ya terminaron sus estudios– se opusieron violentamente a su culminación. Medrosas, las autoridades de San Marcos desconocieron el acuerdo al que habían llegado con la municipalidad para ceder un parque sobre el que se construiría la tercera ‘oreja’ del trébol de la Universitaria.
En medio de la trifulca y de la campaña electoral pasada, el grupo de rebeldes fue apoyado por la ‘Tía Bacán’, y ella prometió que, si salía elegida, los convencería para que aceptaran la ampliación de la vía de norte a sur de la Universitaria sobre una parte ínfima de los terrenos de San Marcos. Una vez en la alcaldía, Villarán no movió un dedo para terminar esa obra y la universidad volvió a levantar el muro que ha secuestrado la pista que va de norte a sur, inutilizando una de las vías e interrumpiendo el libre tránsito, de norte a sur, en esa importantísima vía.
Dos años después, el puente Bella Unión, a la altura de Dueñas, se hundió; se descuidó su mantenimiento y las aguas cargadas del Rímac corroyeron sus estructuras. Villarán tardó meses en instalar un puente Bailey, pero luego abandonó la solución definitiva. El Bella Unión era de dos carriles en cada sentido, de sur a norte y de norte a sur. El Bailey es de un solo carril.
La ironía es que Vía Parque Rímac desembocará en la Universitaria, con lo que la historia le sumará a Susana Villarán otra obra boicoteada por ella misma.