La primera ciudad peruana fundada con la formalidad de los rituales hispánicos fue San Miguel, en 1532, en lo que hoy es el departamento de Piura. En ese entonces, Francisco Pizarro –presente en la fundación de la ciudad– estaba muy lejos de comprender el volumen de la empresa que había comenzado.
Esta primera ceremonia se repitió varias veces, hasta que finalmente tuvo lugar en el asentamiento que ocupa la capital del departamento. Sin embargo, la población que hoy habita en el lugar donde por primera vez radicaron los recién llegados no ha olvidado su pasado, y los intelectuales de Sullana colaboran con el pueblo de Tangarará para hacer de esa fecha un simbólico recuerdo que refuerce la identidad de los pobladores.
Reynaldo Moya Espinosa, el autor de la mayoría de libros que existen al respecto, ha compuesto algunas piezas teatrales en las que su información sobre el pasado se transforma en testimonio viviente mediante las palabras y acciones de los actores, que en general fueron, y siguen siendo, los estudiantes de los colegios de Sullana. Al hacerlo así, además, se revive un sistema de evangelización colonial, en el que los niños de los siglos anteriores eran convocados por el doctrinero que, tras haberles dado nociones básicas del cristianismo, improvisaba una actuación en la que infantes y jóvenes daban vida a algunos episodios de la Biblia, especialmente del Nuevo Testamento.
En esta oportunidad, los organizadores decidieron llevar a cabo su representación teatral el 20 de agosto. Fue interesante ver cómo interpretaron el pasado, dando énfasis en la condición de ser descendientes de la etnia tallán, de la que se tiene no poca información –aunque esta se halle dispersa– en las crónicas del siglo XVI. Especialmente, en las que narran los sucesos de la expedición de Pizarro que desembarcó en Tumbes, tras pasar cuatro meses en la isla de Puná.
No hemos tenido la misma suerte de las crónicas con la arqueología. Algunos arqueólogos afirman que en el período cronológico conocido como Sicán medio las etnias visibles fueron los sicanos, los mochicas y los tallanes. Sin embargo, esta tesis no es aceptada por otros especialistas que conocen la región.
Volviendo a la función teatral, esta constó de tres actos y fue muy entretenida. La noticia de la presencia española aparece e interrumpe un ceremonial dedicado al Sol. La entrada espectacular de uno de los actores, que interpreta a un mensajero que narra la muerte de 13 curacas tallanes a manos de los invasores, anuncia la llegada de la hueste española que toma posesión de las tierras. Los actos que siguen se dedican a contar la fundación de la ciudad de San Miguel de Tangarará y la constitución del primer ayuntamiento.
La primera parte incluye danzas y desfiles de los tallanes, vestidos con ropajes que la imaginación y el buen gusto de los directores han hecho posible. Así también, la asistencia de las autoridades de Marcavelica (distrito de Sullana al que pertenece la villa de Tangarará) le otorga seriedad al acto, y reafirma la convicción de la ascendencia y el pasado histórico en los que creen firmemente la población de la provincia de Sullana y, probablemente, también gran parte del norte del Perú.
El festival, por otro lado, no es ajeno en su esencia a un sentimiento que ha sido expresado también en los libros de los historiadores locales, en la tradición oral –fuertemente arraigada– y en actuaciones como la mencionada, aquí y en muchas otras partes del país. Incluso en las escuelas y en los colegios, los docentes dan notoria preferencia a los relatos recogidos cuando ellos eran estudiantes e incluso antes, en el calor de la familia. Que así sea nos abre la puerta a sentimientos encontrados. Por un lado, es una maravilla que una sociedad de nuestro país –ante la inexistencia de una propuesta nacional desde nuestra Independencia– construya a través de la historia, apelando a la memoria y a la ficción, un pasado propio que le dé solidez al sentimiento de identidad y de mutua colaboración e ideales colectivos por encima del número de sus habitantes.
Por otro lado, la situación nos grita las carencias de la educación nacional. Algo que no es de extrañar, ya que la metodología (¿?) de nuestras escuelas abruma a la pobre materia que se pone al servicio de los estudiantes.
Por ello, el resultado que recibimos en los primeros años universitarios es desolador. Preguntar a los alumnos sobre lecturas fundamentales, como Miguel de Cervantes o los peruanísimos Ricardo Palma y José María Arguedas, es inútil. Siguiendo el ritmo de la mayoría de los medios de comunicación privados o del Estado, los universitarios ubican a estos personajes como políticos o participantes en los Juegos Panamericanos. Sin mencionar que las ciencias humanas o sociales casi han desaparecido de la totalidad de las universidades privadas aunque traten de engañarnos colocando en las facultades, departamentos o cursos el nombre de comunicaciones o turismo, en donde la presencia de los autores antes mencionados queda relegada al azar y donde cursos como Filosofía, Literatura o Antropología son inexistentes.
Todos sabemos que no existe nación más fácil de gobernar que la que está compuesta por ignorantes. ¿Es ese nuestro destino?