“El Minsa ha dado cifras aterradoras de lo que puede significar en los próximos meses una segunda ola”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“El Minsa ha dado cifras aterradoras de lo que puede significar en los próximos meses una segunda ola”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza

Ha hecho bien el presidente en centrar su gestión en la lucha contra la pandemia. En ese escenario se va a definir la vida de muchísimos peruanos y dependerá de cómo nos vaya establecer el nivel de impacto económico, social y político que tengamos para los años que vengan.

El 2021 encuentra al mundo en un momento decisivo con respecto al COVID-19. Por un lado el virus ha retomado una feroz embestida (o la ha iniciado en países que estaban indemnes) y, por otro, en muchos lugares se empieza a vacunar, por tanto empieza el fin de este drama. Ahora bien, las dos cosas ocurren e interactúan en paralelo. Estamos en una especie de carrera entre la vida y la muerte, cuyos resultados serán muy diferentes de país a país.

Lo que sucede en Estados Unidos y Europa es impactante. En el primero un presidente irresponsable ha contribuido a que lo muertos lleguen a cifras impensadas. Con casi 400.000 vidas perdidas y más de 9 millones de casos activos (a los que se les agregan más de 200.000 cada día), no se puede descartar que al final se acerquen al millón de muertos. Con su frío desprecio a la ciencia e indiferencia frente al dolor de sus compatriotas, Trump ha contribuido significativamente a la peor mortandad de la historia de su país. La plaga de langostas con la que se puede comparar su paso por el poder ha causado también severos daños –ojala reparables– para la democracia norteamericana.

En Europa con gobernantes “normales”, los resultados no son mucho mejores. La segunda ola viene siendo desastrosa en Italia, Francia, España y Gran Bretaña. Hasta Alemania ha sido ya doblegada por el virus. Las cosas deben cambiar pronto debido a que ya están vacunado masivamente (es verdad que no tan rápido como se hubiera pensado) y hay stock para todos.

América Latina no la está pasando nada bien. A Perú, Brasil, Ecuador y Chile, que nos fue muy mal desde el inicio, se le suman Colombia y Argentina. Hasta Uruguay empieza a tener su primera ola importante. Venezuela, Nicaragua y Cuba dicen estar muy bien, pero cómo creer a dictaduras en donde la verdad oficial es la única que existe.

Desde diciembre ha empezado un crecimiento lento pero sostenido de los indicadores del virus. Aún muy lejos del pico de agosto en fallecidos y con relativamente pocos casos activos (esto último porque se testea muy poco). El drama es que con los que hay, ya están casi totalmente copadas las camas UCI.

El Minsa ha dado cifras aterradoras de lo que puede significar en los próximos meses una segunda ola. En su escenario más probable habría 204.566 enfermos necesitando hospitalización y de ellos 34.377 requerirán camas UCI; todo ello causando la muerte a 17.189 personas.

En ese contexto es más doloroso recordar cómo el gobierno de Vizcarra nos mintió cuando dijo que seríamos los primeros en la región en tener vacunas. Somos los últimos y el anuncio presidencial solo pone una velita prendida al final de un túnel ventoso.

Alienta que relativamente pronto medio millón de peruanos de la primera línea de combate al virus estarán con sus dos dosis y por tanto protegidos. Preocupa que la canciller haya dicho que el primer embarque no llegará en enero, si no en los primeros días de febrero y que las 37 millones siguientes no tienen un acuerdo formal que lo respalde y menos todavía un cronograma de llegada.

Espero que este gobierno nos siga informando oportuna y certeramente de lo que vaya a suceder, sea esto bueno, regular o malo. Somos ciudadanos, no niños de educación inicial a los que nos deben “proteger” de la verdad.

Es también muy importante aprender de los graves errores que arruinaron las iniciativas del gobierno de Vizcarra y nos llevaron a ser el país con mayor afectación en vidas y en economía. El mayor error fue la soberbia. El gobierno tenía la respuesta a todo y no necesitaba ayuda en diseñar e implementar las respuestas. Se ninguneó la importancia de las organizaciones sociales, la experiencia en trabajo humanitario de las iglesias; tampoco se apeló a las enormes redes logísticas y capacidad de gerencia que las empresas privadas podían ofrecer.

Ojo: vacunar no está siendo fluido ni siquiera en los países avanzados. Estados Unidos, donde empezaron, solo lo ha hecho con el 0,65% de su población. Chile al 0,06%, casi igual a nada. Se va a requerir mucha creatividad para generar no una, sino múltiples rutas de llegada a la población. Hay que preparase muchísimo y convocar a todos los que puedan aportar. La vida de muchos peruanos dependerá de que una vacuna que empieza de muy atrás le gane la carrera al virus.