Tiene apodo de santa sede pero ‘Vaticano’ no fue un ángel. Demetrio Chávez Peñaherrera, el narcotraficante más buscado en el Perú durante los años noventa, salió libre ayer después de cumplir una condena de 22 años. Inmune a cualquier expresión de arrepentimiento decidió no someterse a ningún beneficio penitenciario. Prefirió ver pasar los años en su condición de narco convicto y confeso. Más de mil millones de dólares, una pista de aterrizaje en la selva de Campanilla, una red de tráfico de drogas con alcances fuera del país y una riesgosa debilidad por las mujeres más guapas de la televisión. Fue lo más cercano que tuvimos de un ‘Chapo’ Guzmán. No le escribió excitadas cartas a Kate del Castillo, sin embargo se desvivía por pasar una noche con Susan (León).
Como todo narco de alto vuelo, ‘Vaticano’ se rodeó de historias inconclusas y de amigos fantasmas para escribir los alborotados párrafos de su propia leyenda. Amigo de Pablo Escobar, se quedó a mitad de camino en la construcción del primer cartel de la droga forjado en el Perú. En el libro “Polvo en el viento” de Hugo Coya, Chávez Peñaherrera recordó que solo una vez pensó en dejar la ilegalidad: cuando conoció a Susan León y le propuso matrimonio sin usar la más mínima anestesia verbal. Un narco enamorado y (quizá) no correspondido como el ‘Chapo’, aunque con una diferencia sideral: a Guzmán lo entrevistó Sean Penn y ‘Vaticano’ era amigo de ‘Chibolín’.
A veces los latinos somos muy ligeros para establecer falsos heroísmos dentro de los círculos más delincuenciales. Hay noticias del ‘Chapo’ Guzmán que lo elevan a un estatus cinematográfico de Don Corleone o de Tony Montana. Este capo mexicano arrastra más de dos mil homicidios en su prontuario y puso en jaque a la DEA por más de veinte años. Olvidamos esas estadísticas y nos distraemos con sus coqueteos con la “Reina del Sur” o con su aspecto inofensivo de Capulina del siglo XXI. El ‘Chapo’ es un pez gordo peligrosísimo y explosivo. El narcotráfico mata.
De la misma manera en el Perú debemos marcar esa distancia con Demetrio Chávez Peñaherrera ‘Vaticano’. Que su historia le haga muchos guiños a la farándula no lo redime de sus vínculos con la ruta de la cocaína en la selva peruana y con el ex asesor Vladimiro Montesinos. No lo alimentemos de flashes de alfombra roja, de entrevistas pomposas como si fuera campeón mundial de algo. Miniseries nunca más, Michelle Alexander. Que se reenganche a la vida libre que perdió despojado de cualquier fascinación mediática. Que se vaya del país, como ha prometido, y que no se aparezca cualquier noche de sábado en “El Valor de la Verdad”.