El presidente Martín Vizcarra anunció la confirmación del primer caso de coronavirus en el Perú. Lo hizo en un mensaje a la nación, en Palacio de Gobierno, estandartes en el fondo.
El mensaje daba cuenta de la noticia. Recomendaba, también, y por cierto, calma y tranquilidad.
El gobierno no parece haber calculado el efecto de la presentación. Las acciones no siempre transmiten el mismo mensaje que las palabras.
El anuncio presidencial lleva, por sí mismo, un mensaje sobre la suprema importancia del tema. El coronavirus, para el gobierno, merece mensaje a la nación.
Imaginemos que digo “no hay peligro de guerra”, pero saco los tanques a la calle. ¿La gente va a creer en mis palabras o en mis acciones?
El presidente quería propiciar la tranquilidad con relación al coronavirus. Escogió, sin embargo, el instrumento más contradictorio: el mensaje a la nación.
No hemos visto al presidente dar un mensaje a la nación sobre el dengue, sobre la tuberculosis o sobre la malaria. Estos son problemas reales y mortales.
Por el dengue ya murieron 15 personas en lo que va del año. ¿Por qué el presidente no habla sobre el dengue y sí sobre el coronavirus?
En cuanto a la tuberculosis, somos el país de América Latina con más enfermos de la TBC multirresistente y la extremadamente resistente. En esto no nos gana ni Haití.
¡Pero hicimos los Panamericanos! ¡Sí se puede! Muy linda fiesta deportiva. Muchas medallas. Desembolsamos 1,200 millones de dólares.
¿Qué tiene el coronavirus que no tengan el dengue o la tuberculosis como tema nacional?
“Mi gobierno no escatimará ningún esfuerzo para proteger la salud de todas las peruanas y peruanos”, dijo Vizcarra. Si la idea es dar garantías de las previsiones sobre la salud, no se entiende por qué el coronavirus merece de parte del presidente más atención que la tuberculosis o el dengue.
La única superioridad que tiene el coronavirus sobre las otras epidemias es la publicidad. El coronavirus tiene mucha atención de los medios y del público.
Hablando del coronavirus, ¿buscaba el presidente la publicidad que no le darían enfermedades menos “noticiosas”?
No podemos conocer sus criterios. Sabemos, sí, que la opinión pública, en vez de tranquilizarse, se ha puesto más nerviosa.
Se ve hasta en el personal de seguridad de algunos hospitales, que, de manera absurda, comenzó a usar mascarillas para atender al público. Se ve en el incremento del precio de los geles antibacterianos y de las mascarillas de uso común.
El presidente anunció en su mensaje que se tomaron todas las medidas necesarias según el “Plan nacional de preparación y respuesta”. ¿Todas las medidas?
Lo primero –recomienda el Ministerio de Salud– es difundir prácticas de lavado de manos con agua y jabón. El Comercio hizo un recorrido por los baños de varios hospitales: no había jabón líquido para lavarse (6.3.2020).
El presidente, en mensaje a la nación, asegura que se tomaron “todas las medidas”. El Minsa dice que una medida importante es lavarse las manos. En los hospitales del Minsa no hay jabón.
El Minsa no tiene la culpa de la desaparición. Un cartel en los baños del hospital Hipólito Unanue, de El Agustino, lo explica. Dice: “Pacientes, no robar el jabón para la prevención del coronavirus”.
Personas del público se roban el jabón líquido de los baños de los hospitales. Esto sucede hace tiempo. ¿Es el cartelito de papel la solución al robo?
¿Se puede decir que se han tomado “todas las medidas” para ayudar a prevenir el contagio?
No es fácil resolver el problema del robo de jabón. En un hospital, sin embargo, es una tarea administrativa decisiva.
Sin jabón, no hay lavado de manos efectivo. Sin lavado de manos efectivo, no hay prevención de contagios.
No se ha resuelto algo tan simple. ¿Da confianza un sistema de salud en el que no se ha resuelto lo más simple? ¿Podemos “confiar en nuestro sistema de salud” como pide el jefe del Estado?
Antes de combatir el coronavirus, hay que combatir otro: el virus de la publicidad sin contenidos.