(Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
(Ilustración: Rolando Pinillos Romero).

Una crisis política de la gravedad que vivimos requeriría de parte de sus protagonistas un mínimo de responsabilidad para resolverla de manera rápida. La crisis va a producir más perjuicios (y más duraderos) conforme aumenten las semanas que se tomen para resolverla.

Bastaba y sobraba el mes de agosto y esta mitad de setiembre para que el proyecto de adelanto de elecciones hubiese sido dictaminado y sometido a votación en el . Sin embargo, ya la presidenta de la Comisión de Constitución ha anunciado que van a esperar a recibir la opinión de la ahora famosa Comisión de Venecia, algo que ese organismo anuncia . Es decir... ¡30 días más!

En la plaza Bolívar juegan a que todavía no han tomado una decisión final y que requieren escuchar a muchos antes de hacerlo. No es verdad. Hay alrededor de 80 congresistas ya definidos en contra del adelanto de elecciones.

Si más adelante cambiasen de opinión, no será porque los jurisconsultos los hayan convencido, sino por un cambio de estrategia, que podría ser, por ejemplo, liberada por el Tribunal Constitucional y queriendo postular en el 2020. A estas alturas, eso es muy improbable. Pero, de quererlo ella, sería el argumento “constitucional” más fuerte para cambiar la opinión de, al menos, una parte de su bancada.

Un elemento importante que no se puede desdeñar en el rechazo al adelanto de elecciones es la cantidad de congresistas aludidos en diversos casos de corrupción que, por obvias razones, prefieren que esto dure hasta el 2021. Tanto en casos individuales, como en otros vinculados al crimen organizado (Los Cuellos Blancos del Puerto, Los Temerarios del Crimen y Los Wachiturros de Tumán). El universo se puede ampliar ahora que se sabe que corrompió no solo a funcionarios nacionales, sino también a regionales, y en 13 obras. Hay .

Hasta ahora, se sabe que ‘Currículum vita’ es el dos veces ex primer ministro César Villanueva, al que Odebrecht para que lo favoreciera en la licitación de la carretera San José de Sisa. Aunque no sorprende que el caso no haya conmovido a sus pares congresistas quienes, en cambio, investigan hasta debajo de las piedras en busca de cualquier indicio que pudiera comprometer al presidente en un hecho incorrecto. Sí llama la atención, por el contrario, que la nueva revelación no haya merecido una reacción presidencial más enérgica.

Abriendo un paréntesis, no puedo dejar de recordar que, cuando se llevó a cabo la huelga magisterial en el 2017 y en el Gobierno tomamos la decisión de no dialogar con la facción del Sutep vinculada al Movadef (léase, la fachada de Sendero Luminoso), Villanueva formó parte de un grupo de congresistas que se ofrecieron como los ‘intermediarios’ de estos últimos ante el Ministerio de Educación. Queda también en el recuerdo que lideró un pedido de vacancia contra el entonces presidente por los vínculos de este último con Odebrecht, y que aseguró que no aceptaría cargo alguno en el Ejecutivo si dicho pedido se concretaba. ¡Vaya personaje!

Retomando el hilo. Tampoco el presidente parece ser consciente de que hay un daño adicional por cada semana que se demora en resolver esta crisis. Él no parece muy apremiado. Sabemos, por los congresistas que lo visitaron el lunes pasado, que decidirá qué hacer a fin de mes. Por cierto, el mandatario recién desde el 4 de setiembre, cuando alentó a asistir a la marcha del día siguiente.

Diez días sin dialogar con la prensa refuerzan la impresión de un presidente que no tiene claros los siguientes pasos a dar. Y las preguntas se caen de maduras: ¿Van a presentar una cuestión de confianza desde el Gabinete por la aprobación del pedido de adelanto de elecciones? Y si ese fuera el caso, ¿cuándo? Ello, en la medida en que carecería de toda lógica forzar al Congreso la aprobación del adelanto de elecciones, luego de que el proyecto haya sido archivado. ¿Tiene otra carta bajo la manga? ¿Está dispuesto a dialogar y explorar otras opciones?

¿Negociar con gente “así”?, se escandalizarán muchos, de un lado y del otro. Sí. Incluso en las guerras más sangrientas, en las que ambos bandos se han masacrado sin piedad, cuando no es posible la victoria de ninguno de los dos, llega un momento en que se recurre a una mesa de negociaciones, tratando de evitar que la carnicería continúe.

Aquí aún no hay ese ánimo. No lo tiene la mayoría de un Congreso ensoberbecido, que sueña más bien con vengarse de la humillación que los hizo pasar Vizcarra el año pasado, ni un presidente que juega al enigma.