Los hinchas de la selección peruana estamos acostumbrados a padecer, pero no tanto. La desazón que sentimos ahora, al haber acumulado solo dos puntos de 18 posibles en la primera parte del proceso clasificatorio al Mundial que se jugará en el 2026 en Norteamérica, no tiene parangón. Con escasas excepciones, hemos visto a un equipo abúlico y sin ideas, que en seis partidos ha marcado apenas un gol y muy pocas veces más ha tentado el arco rival.
La reacción natural de los aficionados en estos casos es culpar, en primera instancia, al entrenador y, en segundo término, a los jugadores de bajo rendimiento. Y no les falta razón. Si pensamos en lo ocurrido en los seis partidos que nuestra selección ha jugado hasta ahora en estas eliminatorias, saltan a la vista el planteamiento errático con el que el comando técnico enfrentó cada uno de ellos y el trajinar sonámbulo de muchos de los miembros del equipo por la cancha. Por eso el clamor generalizado en estos días es que, para los próximos encuentros, se deje de convocar a determinados futbolistas (cosa fácil de lograr) y que se aparte de la dirección al DT, Juan Reynoso. Algo que, según informaron ayer a este Diario fuentes en la Videna, sucederá pronto.
El problema, no obstante, no quedará solucionado con esa salida. La responsabilidad del penoso momento por el que atraviesa la selección peruana se extiende a la propia Federación Peruana de Fútbol (FPF) y a quienes la administran. Son ellos, en última instancia, los que deciden a quién se contrata como entrenador –aunque es justo decir que Reynoso fue recomendado por Juan Carlos Oblitas– y una infinidad de otras materias que han impactado también en la situación actual. Y nadie, desde luego, es tan responsable como quien preside la institución: Agustín Lozano.
Lozano, como se sabe, está acusado por la fiscalía de liderar una banda criminal y no son pocos los que consideran que utiliza el fútbol, y la popularidad que viene con él, como un escudo de protección. No sería la única persona metida en negocios turbios tratando de limpiarse con el deporte u otras actividades vistas con simpatía por vastos sectores de la ciudadanía. Eso, por supuesto, afecta la imagen de la federación y no debe ser un detalle que atraiga sponsors de peso para la selección.
Si evaluamos, por otra parte, lo sucedido el martes con respecto al repudiable “control de identidad” de los venezolanos que quisieron ir a alentar a su equipo, es obvio que un presidente respetable de la FPF habría evitado semejante abuso, coordinando previamente con la Policía Nacional.
Desde la perspectiva estrictamente futbolística, por último, no debemos olvidar que ha sido durante los años en los que Lozano ha estado al frente de la FPF que perdimos la sede del Mundial Sub 17 y la clasificación a Qatar 2022, así como la continuidad de Ricardo Gareca como entrenador: una figura que había logrado convertir a nuestra selección en un factor de unión para los peruanos y hasta de desarrollo económico. Basta pensar en la venta de camisetas para comprobarlo. Gareca, según ha trascendido, fue apartado por Lozano por temas económicos; sin embargo, como las negociaciones de salida de Reynoso han dejado claro, una mala elección de entrenador puede terminar siendo aun más cara en el largo plazo. Por no hablar de todo el daño que Lozano le ha hecho a la liga local, que hoy es probablemente la peor de la región, y que su forma de atornillarse al cargo se parece mucho a la de Manuel Burga: favoreciendo a los dirigentes departamentales y generando una administración de muy bajo nivel profesional.
En resumidas cuentas, más que molestarnos por la ubicación de nuestra escuadra en la tabla de clasificación para el próximo Mundial, tendríamos que estar indignados por todo lo que se está perdiendo. A saber, un colectivo que nos daba alegrías y que hoy solo acumula frustraciones.
Que Juan Reynoso se vaya es una buena noticia, pero que se lleve con él a Lozano sería una mejor todavía.