Editorial 1: Falacia directa
Editorial 1: Falacia directa

En una entrevista brindada al diario “La República”, el candidato a vicepresidente por Democracia Directa, Andrés Alcántara, justificó la postulación presidencial por su agrupación del encarcelado ex gobernador de Cajamarca, Gregorio Santos, con el argumento de que este es un “preso político de las transnacionales” y que su proceso no consiste sino en “ataques de la prensa y del Poder Judicial”. “Él está preso por subjetividad”, ha llegado incluso a decir. 

Frente a estas aseveraciones, por demás falaces, es oportuno recordarle al señor Alcántara que su compañero de fórmula no se encuentra con prisión preventiva por puras subjetividades, sino por razones de peso. A saber, graves acusaciones por el delito de cohecho pasivo, asociación ilícita para delinquir y colusión en agravio del Estado, ninguna de las cuales ha sido aclarada hasta el momento por el señor Santos. 

Habría que recordar también que la fiscalía lo sindica como cabeza de una “organización criminal” en presuntos actos de corrupción en 11 procesos de contratación de obras y servicios que se encuentran valorizados en más de S/.129 millones y de los cuales, según documentos de la contraloría, Santos habría recibido más de S/.800 mil en sobornos. De hecho, como pruebas para estas acusaciones se presentaron unos audios en donde el empresario Wilson Vallejos, quien había ganado millonarias licitaciones durante la gestión de Santos, mencionaba que él “prácticamente manejaba” Pro Región y que “le lavaba” todo su dinero al ex gobernador. Asimismo, un colaborador eficaz señaló que la mano derecha de Santos, José Panta, habría recibido coimas por más de S/.400 mil, una cifra que luego la contraloría confirmaría que había ingresado en depósitos a sus cuentas. 

¿Ignora toda esta información el señor Alcántara o simplemente la oculta en su discurso por conveniencia política? La verdad es que, en cualquiera de los dos casos, lo que queda en entredicho es la plancha de Democracia Directa en general porque, ya sea que lo anime la desidia o el embuste, sus atributos no lucen muy superiores a los del candidato al que secunda.