(Foto: Rolly Reyna).
(Foto: Rolly Reyna).
Editorial El Comercio

Pocos gobernantes podrían despertar una expectativa tan favorable para la economía peruana como y, a la vez, pocas personas podrían dejar disiparla tan rápidamente.

El índice de confianza empresarial del BCR cayó 9 puntos en 12 meses. La encuesta de expectativas del crecimiento del PBI pasó de 4,2% en julio del 2016 a 2,5% en junio del 2017. No se revirtió la caída de la inversión privada (que decrece sostenidamente desde hace 14 trimestres), y la inversión pública consolidada a junio de este año era 4,7% menor a la del 2016.

Se esperaban del Gobierno políticas audaces en asuntos cardinales como la flexibilización laboral, la promoción de la minería y el manejo de conflictos sociales o la reforma judicial… pero estas no llegaron, desaprovechando la alta aprobación popular con que debutó esta administración y el repunte que tuvo .

La buena fortuna que tuvo Pedro Pablo Kuczynski para llegar al sillón presidencial no lo acompañó una vez sentado en él. Pero culpar de la preocupante situación económica solamente a factores externos como el escándalo de o El Niño costero sería una atenuación a la que el Gobierno debería rehuir si quiere enmendar el rumbo.

El ambicioso techo de reducir la informalidad a la mitad estuvo muy por encima de la escalera utilizada por el Ejecutivo (apenas algunas reformas tributarias, principalmente en el régimen de mypes). El otro gran reto de destrabar las grandes obras de infraestructura (se anunciaron US$18 mil millones de inversión) se fue diluyendo hasta llegar a uno de los puntos más álgidos con el frustrado “saneamiento” del contrato para la construcción del , un proyecto que pasó de trabado a suspendido, y dejó como saldo la pérdida de dos ministros ( y ). Un costo muy alto frente a sus beneficios (US$659 millones de inversión) si se los contrapone con otros proyectos como la línea 2 del metro de Lima (US$5.658 millones de inversión) o la ampliación del aeropuerto Jorge Chávez (US$1.500 millones de inversión), que con menos ruido se lograron destrabar durante los dos primeros meses de gestión de en el MTC.

El caso de Chinchero quizá sea la mejor muestra del principal defecto del Gobierno: la falta de liderazgo. La cantidad de veces que retrocedieron en su propuesta de adenda ante el más mínimo reparo solo fue acrecentando el número de voces objetantes (desde congresistas hasta un contralor hambriento de figuración política). Lo que, en principio, parecían desatinos y titubeos anecdóticos del presidente Kuczynski (en el ‘affaire’ de su ex asesor Moreno, la propuesta de composición del Consejo Nacional de la Magistratura, las deudas de los clubes de fútbol) se convirtió en una “forma” de hacer política (las idas y vueltas en el uso de la cuestión de confianza o el manoseo del indulto al ex presidente ). Una en la que el gobierno no llevaba el timón, sino que este se movía a la deriva de la marea política.

Las conflagraciones del Ejecutivo con una oposición mayoritaria ávida de asestar golpes al Gobierno fueron poco meditadas, varias veces inoportunas, y sin el respaldo suficiente de una exigua bancada parlamentaria (cuyos integrantes parecían más preocupados por sus pugnas intestinas y sus ambiciones ministeriales). El desenlace se repitió varias veces: el retroceso de un púgil que parecía no saber para qué había subido al cuadrilátero.

Fueron pocas las ocasiones en las que el Gobierno exhibió determinación, como en el manejo de las emergencias de El Niño costero y en la destitución de Julia Príncipe y la ex procuradora Katherine Ampuero. Los aciertos del Ejecutivo fueron palpables también en la lucha contra la delincuencia (reforma de la policía, eficaces megaoperativos, expansión del programa de recompensas, y la incipiente pero alentadora reducción de los índices de victimización criminal), en los decretos legislativos de simplificación administrativa y en el reclutamiento de reputados profesionales al aparato público.

La tesitura culminante del primer año de gobierno, para fortuna de todos, podría hacer presagiar un mejor segundo año. La distensión lograda luego del diálogo con la lideresa de la oposición, , el destrabe de dos grandes obras de infraestructura pública, y la subida del precio internacional de algunos minerales como el cobre y el zinc, podrían mejorar la suerte del país.

Poco cambiará, sin embargo, si el Gobierno no lo hace también. Pues para avanzar es indispensable que el presidente Kuczynski y su equipo dejen de apretar los botones de pausa y retroceso.