Editorial 1: Trazo firme
Editorial 1: Trazo firme

Los caudillos son aquellos que antes de creer en algo creen en ellos mismos. Esta parece ser, hasta el momento, la filosofía del gobernador regional de La Libertad, César Acuña. Según denunciaron diversos medios hace algunos días, el señor Acuña tiene un sillón especial tallado –de forma algo descuidada– con su rostro y el logo de su partido en plenas instalaciones del gobierno liberteño. 

No es la primera vez, por cierto, que el señor Acuña da muestras tan evidentes de exacerbada autocomplacencia. Basta con mencionar, aparte de las distintas gigantografías de su imagen con las que promueve su universidad, el himno de la misma reza: “En memoria del genio César Vallejo, y su ilustre fundador César Acuña”. 

Por supuesto, lo que el señor Acuña decida hacer con su imagen en las empresas de su propiedad no debería ser de interés público. Sin embargo, cuando se utilizan espacios relacionados con la función de gobernador regional para promover su perfil y a su partido, como en el caso del sillón, sí se estaría incurriendo en proselitismo político.

De hecho, en anteriores ocasiones el señor Acuña ya ha sido cuestionado por mezclar la función que desempeña con sus intereses personales y políticos. Sucedió cuando, en un mitin en la ciudad de Pataz durante la última campaña municipal, dijo que si el alcalde elegido no resultaba de su partido, entonces él no haría convenios con la nueva autoridad. Y volvió a suceder, asimismo, cuando salió a la luz un video en el 2013 de una reunión de partidarios de APP en el que el líder del movimiento explicaba cómo se podían utilizar subvenciones municipales para obtener votos.

Así las cosas, el trazo que debería quedar mejor delimitado entonces no es el del perfil del señor Acuña en el sillón del gobierno regional, sino el de la división entre sus competencias y funciones como autoridad pública, por un lado, y sus aspiraciones políticas, por otro.