Dos días atrás, a través de sus redes sociales, el excandidato presidencial y líder de APP, César Acuña, enumeró una serie de propuestas que, a su parecer, deberían ser prioridad para este año. (Foto: Archivo GEC).
Dos días atrás, a través de sus redes sociales, el excandidato presidencial y líder de APP, César Acuña, enumeró una serie de propuestas que, a su parecer, deberían ser prioridad para este año. (Foto: Archivo GEC).
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Editorial El Comercio

De los líderes políticos, la población espera orientación y deslinde. Orientación sobre el camino que se debe emprender en una situación en la que reina la confusión, y deslinde frente a aquello que pudiera estar haciendo mal quien sostiene las riendas del país. Lamentablemente, no es eso lo que por regla general obtiene.

En el Perú, los partidos están encabezados, casi sin excepción, por candidatos presidenciales en hibernación; esto es, medio adormecidos a la espera del próximo proceso electoral, en el que volverán a desplegar grandes promesas para tentar el poder, sin preocuparse demasiado por lo improbable de su materialización. Y si por alguna razón les toca dirigirse a los futuros votantes durante el intervalo entre dos concurrencias a las urnas, procuran hacerlo recitando obviedades que les permitan sintonizar con la mayor cantidad de gente para mantener sus opciones intactas.

Eso es precisamente lo que acaba de suceder con el presidente de Alianza para el Progreso, , quien dos días atrás divulgó en las redes su propuesta de con la que no es posible discrepar, pero que tampoco plantea ideas innovadoras para los problemas de la hora actual.

Decir que hay que “culminar el proceso de vacunación al 100% de la población objetivo en el menor tiempo posible” o que “el retorno a clases es imprescindible” y que hay que “dotar a los educandos de una adecuada infraestructura educativa hoy sumamente descuidada” es nombrar una verdad tan evidente que quien la escucha tiende a pensar que se trata solo de los prolegómenos de alguna receta audaz y original para llevar a cabo lo que todos sabemos que hace falta en el país. El problema, sin embargo, es que esa segunda parte del mensaje no suele llegar, y en este caso tampoco lo ha hecho.

Los ocho puntos que contempla la agenda bosquejada por César Acuña son los mismos que cualquier persona que sigue las noticias podría enumerar si le ponen un micrófono delante, pero no incluyen palabra sobre lo que habría que hacer para alcanzar esos objetivos. Y ese no es un discurso que alguien pueda confundir con forma alguna de liderazgo.