"Los avances preventivos hasta ahora son pobres" (Fotos: Esfera Radio de Amazonas / JYB Devot, Wimmiedia Commons, licencia CC0).
"Los avances preventivos hasta ahora son pobres" (Fotos: Esfera Radio de Amazonas / JYB Devot, Wimmiedia Commons, licencia CC0).
Editorial El Comercio

Ayer, poco después de la 1:30 a.m., un de magnitud 5,2 se originó a 44 km del Callao. Apenas cuatro horas más tarde, uno de mucha mayor potencia, con 7,5, sacudía la selva norte del Perú. A lo largo del día fueron llegando poco a poco las imágenes de los derrumbes y daños ocasionados por este último en diversas localidades de la región Amazonas, la más impactada por el movimiento sísmico y, a la vez, una de las más retrasadas del país en términos de conectividad. Hasta el momento, el sismo ha dejado 12 personas heridas, 2.202 afectados y 639 damnificados. El Gobierno, por supuesto, debe responder de forma inmediata y asegurar condiciones adecuadas de vivienda, alimentación y otras necesidades básicas para los afectados.

El Instituto Geofísico del Perú (IGP) ha descartado que exista una relación entre el de Lima y el de . Hernando Tavera, su presidente ejecutivo, indicó que son “dos procesos completamente diferentes y aislados”. “Somos un país sísmico y tenemos que repetírnoslo infinidad de veces y los movimientos telúricos seguirán ocurriendo”, señaló Tavera. La independencia de ambos sismos con horas de diferencia ilustra bien la proclividad de las placas tectónicas locales (Nasca y Continental) hacia registrar resistencias que desencadenan eventos potencialmente mortales.

La advertencia del IGP es oportuna. A través de la campaña #EstemosListos, desde este Diario venimos alertando de forma consistente sobre los riesgos catastróficos que enfrentan diversas ciudades del territorio nacional ante un sismo poderoso, y sobre los caminos para mitigar el impacto en términos de pérdidas materiales y humanas.

No hay manera de sobreestimar el riesgo que corre la ciudad capital ante un evento de esta naturaleza. De acuerdo con el Mapa de Acoplamiento Sísmico del IGP, Lima, hogar para casi un tercio de la población nacional, es la zona del país donde se ha acumulado más energía sísmica que se liberaría con un sismo de magnitud 8,8. Esta deformación acumula ya más de 275 años; el último gran terremoto de la capital data de mediados del siglo XVIII, cuando 10% de la población limeña perdió la vida.

Los avances preventivos hasta ahora son pobres. El reciente sondeo urbano-rural de El Comercio-Ipsos revela que solo el 12% de los encuestados tiene una mochila de emergencia completa, mientras que un 23% tendría una incompleta. De otro lado, uno de cada cuatro conoce dónde están las zonas seguras de su vivienda, y –lo más preocupante quizá– el 57% revela que vive en una casa autoconstruida o construida sin un ingeniero. Fuera de Lima, también Áncash, Ica, Arequipa, Moquegua y Tacna son zonas de riesgo, de acuerdo con el IGP. Un terremoto de la magnitud del que sacudió a Chile en el 2010 dejaría en escombros a cientos de miles de familias peruanas si sucede en una ubicación con alta exposición urbana.

El Sistema de Alerta Sísmica, que debería estar culminado en los primeros meses del 2022, daría algunos segundos adicionales de alerta y es un paso en la dirección correcta, pero el trabajo de prevención debe ir mucho más allá. A corto plazo, simulacros, concientización ciudadana y elementos básicos como la mochila de emergencia pueden hacer una gran diferencia. A mediano y largo plazo, la gestión urbana y la mitigación del riesgo de colapso de viviendas y otras estructuras siguen pendientes. Este es, muy posiblemente, el riesgo humano y material más serio que enfrentamos como país, y las señales de alerta ya están ahí para quienes quieran escucharlas y sentirlas.