Las presentaciones de la señora Nadine Heredia ante las comisiones investigadoras del Congreso tienen siempre ribetes dramáticos. Los tuvieron sus dos comparecencias ante el grupo parlamentario que indagaba acerca de los tratos de Martín Belaunde Lossio con el Estado y los ha tenido también su concurrencia de ayer a la Comisión de Fiscalización.
Como se sabe, esta vez la primera dama, que había sido citada a la referida comisión para responder sobre las agendas que se le atribuyen, abandonó la sesión dos veces. Una primera, en medio de una acalorada discusión entre los legisladores presentes y con el argumento de que quería “esperar a que terminen de calmarse los señores congresistas”. Y una segunda, tras un breve retorno a la sala, cuando manifestó su determinación de no responder a las preguntas sobre ninguno de los temas por los que se la había convocado.
Alegó para ello que ya existe una investigación abierta al respecto en el Ministerio Público. Y, por otra parte, antes de salir definitivamente del lugar, les dedicó a los legisladores allí congregados una expresión que exudaba desdén. “Los dejo en su foro político”, sentenció. Y poco después partió seguida de su abogado, Eduardo Roy Gates, y una pequeña comitiva.
Cabe señalar que el derecho a guardar silencio frente a una comisión de este tipo asiste por cierto a la esposa del presidente, igual que a cualquier otro ciudadano. Pero eso no quiere decir que su actitud no resulte reveladora y carezca de impacto político. Veamos por qué.
En primer lugar porque, como es obvio, la circunstancia de que el contenido de las mencionadas agendas sea también materia de una investigación en la fiscalía no es óbice para que ella responda sobre el particular frente a un grupo de trabajo parlamentario. Y en ese sentido, su resistencia a hacerlo sugiere dos posibles interpretaciones: o bien desea reducir los espacios en los que todo lo que diga pueda ser eventualmente usado en su contra, o bien busca cuestionar el afán de llegar a la verdad de la comisión en mención (aunque, en realidad, una combinación de las dos interpretaciones también es postulable).
El ‘código del silencio’ se podría explicar, entonces, tanto por una preocupación por no incurrir en contradicciones como por una intención de generar la sensación de que los legisladores que se han abocado a investigarla no constituyen una instancia que esté a la altura de ese reto, sino más bien una turba de potenciales candidatos empeñados en menoscabar a una rival electoral. De allí, quizá, la descalificación implícita en la frase “los dejo en su foro político”.
En segundo lugar, porque resulta ilustrativo contrastar esta actitud con lo que distintos representantes del oficialismo han dicho antes frente a situaciones como esta. El presidente Humala, en particular, señaló por ejemplo en octubre del 2013, en el contexto de las investigaciones que se les seguían ya en ese momento a los ex presidentes Alejandro Toledo y Alan García, que “políticamente, uno debe enfrentar las cosas de manera transparente; más aun si no tiene nada que ocultar”. E hizo votos para “que se respeten los fueros del Estado de derecho y los fueros donde se producen las investigaciones”.
¿Cómo así, entonces, este fuero deviene repentinamente inadecuado o indigno de las respuestas de la presidenta del partido de gobierno? Máxime cuando, a fin de subrayar la necesidad de que todos los políticos se sometan a ese tipo de escrutinio, el mandatario repitió en aquella oportunidad su famosa máxima: “Acá nadie tiene corona”.
Al parecer, sin embargo, hay quienes después de todo pretenden ostentar una pequeña tiara…
De cualquier forma, hoy la señora Heredia está citada para declarar sobre este mismo asunto en la Fiscalía: el foro que precisamente le sirvió de pretexto para callar en la sesión de ayer. Si, como adelantó su abogado Eduardo Roy Gates, la primera dama decidiese no asistir, la eventual inconsistencia de los argumentos esgrimidos ante la comisión de Fiscalización quedaría en evidencia. Habrá que estar atentos.