Cuando todavía no terminaba de recuperarse de los remezones de la llegada de su antiguo compañero de empeños políticos y empleador Martín Belaunde Lossio a Lima y de su controvertida presentación ante la comisión congresal que investiga las presuntas actividades ilícitas de este, la primera dama Nadine Heredia se vio afectada este domingo por un nuevo destape. Un reportaje periodístico reveló que, entre febrero del 2013 y agosto del 2014, ella realizó compras de artículos más bien lujosos por más de 38 mil dólares con una tarjeta de crédito ‘adicional’ que le concedió su amiga Rocío Calderón Vinatea. Es decir, una tarjeta por cuyos cargos respondía ella.
Los bienes, adquiridos sobre todo a lo largo de los viajes de la esposa del presidente al extranjero, incluyen joyería italiana, zapatos Louis Vuitton, prendas de vestir de Oscar de la Renta o Ermenegildo Zegna, encajes venecianos y una pluma de oro sólido Montblanc, como para hacer honor a la denominación Visa Platinum de la tarjeta de crédito en cuestión. Y si la señora Heredia se tomó el trabajo de ejercitar tan meticulosamente su buen gusto durante giras en las que su agenda lucía bastante recargada era inevitable que se despertara la suspicacia de que quizá fuese ella misma la beneficiaria última de todas esas compras.
Interrogada por la prensa sobre el particular, sin embargo, Rocío Calderón Vinatea ha afirmado que los objetos eran para ella, con lo que tenemos que asumir que la primera dama simplemente cumplía recados suyos cuando iba de ‘shopping’ por lugares tan exclusivos. Una versión de los hechos que si bien cabe dentro de lo posible, resulta inverosímil; sobre todo si tenemos en consideración dos hechos sugestivos: por un lado, la señora Calderón Vinatea recibió en el 2005 depósitos por cerca de 19 mil dólares en su cuenta bancaria, girados por la empresa venezolana Inversiones Kaysamac CA (que también depositó cerca de 65 mil dólares en la cuenta de la madre de la señora Heredia, Antonia Alarcón) con la intención –admitida por el congresista Daniel Abugattás– de colaborar con la formación del ‘movimiento nacionalista’. Y por otro, ella y –nuevamente– la señora Alarcón hicieron luego depósitos por 15.500 dólares en las cuentas de Nadine Heredia.
A decir verdad, la explicación del ‘shopping’ por encargo es tan descabellada que ayer el presidente Humala salió a matizarla. “Por respeto, uno no se puede meter en las compras personales de dos señoras”, sentenció, tratando de minimizar de paso la irregularidad tributaria que puede haber supuesto el ingreso de todos esos bienes al país sin haber pagado los derechos aduaneros correspondientes.
Las cosas, no obstante, no son tan sencillas. La fiscalía no solo puede sino que debe ‘meterse’ en esas compras (es decir, investigarlas). Y el problema, además, no se agota en lo difícil que resulta imaginar que la misma persona que antes andaba tan atareada como para pedirles a otras personas que llevasen su dinero al banco, ahora que es primera dama disponga de tiempo como para hacerle el mercado –en una versión singularmente lujosa– a una amiga.
El destape que comentamos obliga, en realidad, a preguntarse por el origen de los fondos con los que la señora Heredia solventa un ropero costoso en general. Porque sus vestidos y todo lo que los acompaña (carteras, zapatos, etc.) suelen ser de diseño y rara vez los repite en una presentación pública. Y si bien todo ello contribuye a la prestancia del cargo honorífico que ostenta, es obvio que si ella no tiene por el momento ocupación rentada conocida y el presidente gana 15.600 soles al mes, tales consumos están fuera de su alcance. Máxime si la pareja tiene otros gastos importantes, como el de la pensión de sus tres hijos en instituciones educativas que se cuentan entre las más caras del país.
En lugar de irritarse y descubrir por doquier supuestas conspiraciones para arruinar su imagen, entonces, el mandatario y su esposa deberían abrir cajones y roperos, y responder todas las preguntas que las instancias investigadoras consideren necesario hacer sobre los eventuales bienes suntuarios que ahí pudiera haber. Porque las indumentarias de marca, las joyas o las plumas doradas no llegan solas. Pueden ser, más bien, recados.