Editorial: El flautista de Locumba
Editorial: El flautista de Locumba

El jueves último el presidente Humala encabezó un acto público en el que por momentos pareció olvidar las responsabilidades y los compromisos del alto cargo que ocupa. Quien asume la jefatura de Estado, en efecto, se convierte automáticamente en el mandatario de todos los peruanos y no solamente de una facción de ellos; y, en consecuencia, no puede azuzar o promover actitudes ofensivas o de desprecio de un grupo de ciudadanos hacia otro. Peor aun, si el grupo de los ciudadanos insultados está formado por los representantes de otro poder del Estado, que han sido tan elegidos por el pueblo como el presidente mismo.

El acto al que nos referimos fue la celebración de los 15 años de la ‘gesta’ de Locumba y que tuvo lugar en la plaza San Martín, con la asistencia de Nadine Heredia, el precandidato oficialista a la presidencia, Milton von Hesse, y una serie de dirigentes y congresistas de Gana Perú que se sucedieron en el uso de la palabra.

Como en la ocasión se conmemoraban también los diez años de fundación del partido de gobierno, algunos de los oradores pensaron que era oportuno vilipendiar a los que habían abandonado sus filas en estos últimos años. El legislador Fredy Otárola, en particular, los denominó “ratas tontas” (porque saltaron de un barco que, según él, no se estaba hundiendo). Y horas más tarde, cuando ya la plaza estaba caliente y le tocó el turno al jefe del Estado, este volvió sobre el tópico y le preguntó a la gente congregada delante del estrado: “¿Quiénes son los primeros que abandonan un barco?”.

A lo que una voz que salía por los parlantes respondió, como dando el ejemplo: “Tránsfugas, ratas”. 

El presidente, entonces, preguntó de nuevo: “¿Quiénes son los que abandonan un barco al principio?”. Y esta vez la pequeña multitud coreó la consigna. Se consumó así un insulto a los 20 parlamentarios migrados de la bancada oficialista desde que empezó el gobierno, entre los que se contaba, dicho sea de paso, la vicepresidenta de la República, Marisol Espinoza, que al día siguiente debía asumir el despacho presidencial por unas horas por un viaje del mandatario. Una torpeza política sin nombre que sugiere, además, que quien no se deja espiar por los aparatos de inteligencia del Estado o desembarcar a la fuerza de sus aspiraciones de presidir el Parlamento es, a los ojos de Palacio, una ‘rata’.

Es pertinente recordar que no es esta la primera vez que el presidente acude a imágenes zoológicas para aludir a miembros de la representación nacional y enrarece la atmósfera política. Algunos meses atrás, se refirió a varios de ellos que insistían en investigar a Nadine Heredia con la expresión: “jauría de cobardes”, y con ello le complicó la vida al primer ministro Pedro Cateriano, que en ese momento buscaba tender puentes con la oposición.

Y ahora al que le ha complicado la vida es al postulante nacionalista Milton von Hesse, que al haber aparecido sonriendo y agitando los brazos durante esa misma presentación se hace solidario con todo lo allí manifestado, y empieza a perder a paso ligero su perfil de candidato técnico para verse bruscamente ‘urrestizado’.

Con prescindencia de los problemas políticos que le crea a su propia gente, sin embargo, resulta obviamente inaceptable que el presidente se dirija en esos términos –o promueva que otros lo hagan– a congresista alguno, sin importar lo oportunista que pueda haber sido al abandonar su bancada (como de hecho ha sucedido en más de un caso).

Resulta particularmente preocupante, por otro lado, que, ante la circunstancia de que 20 de los 47 legisladores que originalmente formaban el conglomerado nacionalista en el Parlamento se hayan alejado, su reacción no sea preguntarse qué ha hecho mal o en dónde falló su liderazgo, sino imaginar que todo obedece a la catadura moral de los representantes en cuestión. 

Por lo demás, aun admitiendo esa presunción, ¿no fue acaso la dirigencia de Gana Perú –es decir, él mismo y su entorno más cercano– la que aprobó cada una de esas candidaturas al Congreso? 

Así como lideró a los 50 hombres que lo acompañaron en la asonada de Locumba, el presidente Humala condujo también a los 47 ciudadanos que respaldaron su propuesta política en el Legislativo. Y si ahora descubre que algunos de ellos no tienen la mejor fibra ética, no debería esconder la flauta.