Editorial: Fujimorismo sin filtro
Editorial: Fujimorismo sin filtro

Las intervenciones de los congresistas electos de Fuerza Popular que desdibujan la imagen democrática y de respeto al Estado de derecho que Keiko Fujimori ha buscado imprimirle a su candidatura parecen no tener cuándo acabar. 

Cualquiera habría pensado que la seguidilla de desatinos –Chacón, Becerril, Petrozzi, etc.– había llegado a su fin tras el problema suscitado por los famosos tuits en los que Kenji Fujimori cuestionó la autoridad de la dirigencia partidaria y sugirió que en el 2021 podría convertirse en el postulante presidencial del conglomerado naranja a sola voluntad. Pero entonces apareció el legislador electo por Tumbes, Bienvenido Ramírez Tandazo, para demostrar que los vínculos con el fujimorismo de los noventa y su talante autoritario siguen siendo un ingrediente preocupante del proyecto político en cuestión.

¿Qué fue lo que declaró el futuro congresista? Pues, para empezar, atribuyó el paso de Fuerza Popular a la segunda vuelta al gobierno de Alberto Fujimori y desconoció el trabajo de su actual lideresa. “En los asentamientos humanos, en el interior del país, la gente pobre votó por la figura de su padre [...]. Porque Keiko, ¿qué ha hecho?”, dijo.

Tal juicio, sin embargo, podría finalmente ser solo un injusto ninguneo del trabajo realizado por la señora Fujimori en todos estos años (porque algo ha de haber hecho ella si en la primera vuelta del 2011, cuando la memoria del gobierno de su padre ya existía, solo obtuvo alrededor del 23%; y esta vez, en cambio, cerca del 40% de los votos válidos). Pero Ramírez Tandazo fue más allá.

“¿Qué daño le puede hacer al país que Alberto Fujimori cumpla su condena con arresto domiciliario?”, especuló, por ejemplo, insinuando que el ofrecimiento de no usar el poder político que les conferiría una victoria para cambiar la situación penal del ex mandatario no es serio. Una reflexión, además, que, como para que no cupiesen dudas, coronó con la sentencia: “Él es un preso político”.

No escatimó tampoco el parlamentario electo elogios a experiencias directamente dictatoriales, como la de Augusto Pinochet en Chile. Y equiparó su admiración por este a la que siente por el ingeniero Fujimori. En esa línea, señaló que lo hecho bajo su gobierno en la lucha contra el terrorismo “eran decisiones drásticas que había que tomar”. “Si tenías un país con 27 millones de habitantes, que estaban destruyendo 500 personas, no quedaba otra que agarrarlos y liquidarlos”, aseveró.

La exacta medida del impacto que estas declaraciones tendrán en la intención de voto por Fuerza Popular solo la conoceremos en las próximas encuestas, pero desde ya se puede anticipar que será negativo, pues constituyen una suerte de lluvia sobre mojado en el flanco más débil del fujimorismo.

Tan débil, en efecto, que supuestamente trataron en esa organización política de curarse en salud al respecto, sometiendo meses atrás a todos sus aspirantes a una candidatura congresal a una ‘evaluación’ que filtrase de la lista los rostros más identificados con la vieja imagen despótica que los marcó a partir del autogolpe del 5 de abril de 1992.

La evaluación, como se sabe, determinó que 18 de los congresistas de Fuerza Popular en funciones no pudieran postular a la reelección en esta oportunidad; entre ellos, Martha Chávez, Luisa María Cuculiza y Alejandro Aguinaga. Pero, por lo que parece, no fue realmente exhaustiva, porque de otro modo no se explica cómo así no filtró a quienes han comenzado a mellar las posibilidades de ese partido no bien iniciada la segunda vuelta.

Como algunos de sus contrincantes han advertido, la abrumadora mayoría legislativa obtenida por el fujimorismo en la votación del 10 abril podría estar tornándose rápidamente en una ingrata bendición para ellos, porque mantener a raya a 73 espontáneos voceros que se sienten amparados por la voluntad popular es una tarea para la que han demostrado no estar preparados. Máxime cuando las convicciones democráticas de varios de esos novísimos o reestrenados representantes no fueron puestas a prueba a tiempo.