Editorial: Perdidos adelante
Editorial: Perdidos adelante

Las encuestas presentan un panorama electoral tan o más volátil que los de años anteriores. Pedro Pablo Kuczynski, César Acuña y Julio Guzmán han ocupado el segundo lugar de las preferencias presidenciales en meses sucesivos desde fines del 2015, y la incertidumbre respecto a la viabilidad legal de las candidaturas de los representantes de Alianza para el Progreso (APP) y Todos por el Perú (TPP) agrega complejidad a un proceso ya de por sí poco predecible.

Si hay algo, sin embargo, que parece no haber variado demasiado, es la intención de voto presidencial que recoge Fuerza Popular y su candidata, Keiko Fujimori. Aproximadamente tres de cada diez peruanos se inclinan de manera consistente por Fujimori.

Ello se debe en parte a una estrategia de campaña ordenada y que le rehúye a la confrontación mientras mantiene a su candidata segura en la segunda vuelta electoral según todas las encuestas. Fujimori ha sabido –al menos por el momento– llevar, discreta y exitosamente, el peso que carga quien lidera la intención de voto.

Pero aun en la moderación de su discurso, Keiko Fujimori no ha evitado dejar traslucir una desorientación preocupante en materia económica. ¿De qué otra manera, si no, se puede entender por ejemplo su apoyo al rol empresarial del Estado a través de Petro-Perú? Luego de defender la incursión de la petrolera estatal en la explotación del lote 192, la candidata de Fuerza Popular propuso fortalecer a la empresa. Y para justificar la supervivencia de una entidad que genera noticia por sus desastres en el manejo medioambiental, Fujimori tomó como ejemplo a otra empresa estatal: “Petro-Perú debería convertirse en un Ecopetrol [petrolera pública colombiana], donde haya eficiencia y se generen utilidades para nuestro país”.

Fujimori, sin embargo, no parece haberse detenido mucho a evaluar el presente del arquetipo escogido, pues la estatal colombiana pasó de valer US$136 mil millones en el 2012 a US$14 mil millones a fines del año pasado, según Bloomberg. Por ello, la empresa reduciría sus inversiones en un 40% este año. Entonces, más que un ejemplo de éxito, la candidata citó el caso perfecto para justificar por qué, más bien, debería ser una empresa privada la que asuma los riesgos de la inversión y no los ciudadanos.

El balance del presupuesto público tampoco parece ser el fuerte de Fuerza Popular. En otro reflejo del extravío económico de su campaña, durante la presentación que realizó Fujimori de su equipo de seguridad ciudadana, Octavio Salazar, candidato a la reelección congresal por Fuerza Popular, comentó que proponían “incrementar progresivamente el presupuesto destinado a seguridad ciudadana hasta llegar al 5% del PBI para tener recursos iguales a los de Educación y Salud”. 

Con cifras del 2016, la diferencia necesaria para cumplir con lo ofrecido por Fuerza Popular asciende a S/25 mil millones adicionales por año, un incremento equivalente a todo el presupuesto del sector Educación cada año. Y llevar estas tres partidas (seguridad, educación y salud) al 5% del PBI, sin embargo, necesitaría el 80% de lo recaudado por la Sunat, dejando todo el resto de la administración pública con un quinto del presupuesto.

Sorprenden, además, los pullazos de Fujimori al modelo económico que desde la década de 1990 ha traído un crecimiento pronunciado de la economía, la mejora de la calidad de vida de millones de peruanos y la reducción de la desigualdad. “El modelo no ha logrado garantizar la equidad perseguida con el fin de que el crecimiento beneficiara también a todos aquellos que se sienten excluidos”, menciona en su plan de gobierno, obviando que la pobreza se ha reducido en más de 15 puntos porcentuales en una década y que, del 2004 al 2014, el 20% más rico de la población incrementó su gasto real en 16%, en tanto que el 20% más pobre de la población lo hizo en más del 50%.

En esta campaña tan accidentada, no deja de preocupar la volatilidad e inestabilidad del panorama para los candidatos que se ubican del segundo puesto para abajo en las preferencias preelectorales. Pero, mirada de cerca, quizá deba preocupar aun más la inestabilidad económica del programa que lleva la delantera.