Las obras suman un valor de S/ 51.8 millones. (Foto: USI)
Las obras suman un valor de S/ 51.8 millones. (Foto: USI)
Editorial El Comercio

Estados Unidos enfrentó la semana pasada una de las tormentas más destructivas de los últimos años. El huracán Florence, ya disipado, obligó a declarar en emergencia cincos estados y Washington D.C. Mientras tanto, al otro lado del mundo, el tifón Mangkhut dejó 81 muertos en Filipinas mientras se abría paso hacia Hong Kong.

Aparte de la lamentable pérdida de vidas que dejan estos y otros fenómenos naturales, su presencia también trae cuantiosas pérdidas materiales. El huracán Harvey, que azotó Texas en agosto del año pasado, por ejemplo, ocasionó más de US$100 mil millones en daños, según el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos.

El Perú tampoco se ha quedado corto en términos de desastres naturales y las costosas reconstrucciones que siguen. Los esfuerzos para reponer lo dañado durante el fenómeno de El Niño costero del año pasado han sido caros y avanzan a un paso injustificablemente lento. ¿Qué se puede hacer para minimizar las pérdidas o, cuando menos, hacer más viable su reposición?

Un primer paso es, obviamente, aprender de los embates pasados para reconstruir con atención particular en la prevención. En el caso peruano, eso significa evitar construcciones en zonas de alto riesgo, el uso de materiales adecuados, el mantenimiento regular de infraestructura clave, entre otros principios elementales.

Un instrumento complementario ante desastres de este tipo puede ser el uso de seguros. Reponer la infraestructura pública y privada dañada es sumamente costoso, pero la tarea se hace financieramente más manejable con la presencia de seguros de riesgo que cubran la ocurrencia de estos eventos. En Estados Unidos, luego de los huracanes Irma y Harvey, las aseguradoras debieron desembolsar decenas de miles de millones de dólares ante las inundaciones de hogares, destrucción de vehículos y colapso de la infraestructura pública. Ello no fue suficiente para reparar todo el daño, pero contribuyó a compensarlo parcialmente.

En el Perú, la penetración del sistema de seguros para cubrir este tipo de eventos, en cambio, sigue siendo sumamente baja. Las causas son múltiples. Desde el sector público, la política de aseguramiento de infraestructura clave –carreteras, hospitales, sistemas de agua y alcantarillado, entre otros– es pobre. El presupuesto que se puede asignar a primas de seguros es bajo, no existe una priorización clara de las construcciones por asegurar ni consciencia de las autoridades al respecto, y la regulación alrededor del sistema hace más compleja la labor. Obras de todo tipo destruidas por el fenómeno de El Niño y que hoy cuesta millones reponer podrían haberse asegurado por una fracción del valor.

Desde el sector privado, la falta de una oferta suficientemente diversificada, atractiva y bien comunicada ha impedido también la expansión.

Los seguros para eventos de este tipo, de hecho, pueden y deben trascender la infraestructura pública. El peso de la prevención no tiene que caer exclusivamente en el sector estatal. Después de todo, buena parte del daño se ocasiona en propiedad privada, de modo que primas pagadas –total o parcialmente– por las familias o empresas para resarcir los daños personales, a sus hogares, centros de trabajo o propiedad en general pueden tener enorme potencial. Según la SBS, al año pasado el mercado de microseguros –con una prima mensual no mayor al 2% de la RMV– ya contaba con casi 5 millones de usuarios. Alcanzar a la población más vulnerable e informal, que en su mayoría permanece ajena a este mercado, es un reto pendiente que pasa por mejoras en la regulación, en los sistemas de canales de pago (por ejemplo, a través del celular o de algún recibo de servicios), y en la oferta de parte de las empresas aseguradoras.

Los efectos del cambio climático incluyen una presencia más regular de fenómenos meteorológicos con potencial destructivo. Si a eso se le suma la vulnerabilidad del país a movimientos telúricos fuertes, la necesidad de invertir en prevención queda clara. A estas alturas, cualquier otra cosa es simple negligencia.