Editorial: Ni Sansón ni los filisteos
Editorial: Ni Sansón ni los filisteos
Redacción EC

“El presidente haría bien en nombrar a una figura conciliatoria. Y, habiendo ya hecho su punto, la oposición haría bien en no forzarlo”. Esto es lo que, con buen sentido, recomendaba “The Economist” hace unos días.

Se le escapó a la revista, eso sí, aconsejar qué tendría que hacer la oposición si el presidente ignoraba lo de la figura conciliatoria, optaba más por atrincherarse que por tender puentes y elegía a alguien que pisase los callos de la oposición. De la oposición, esto es, en general. Porque, contrariamente a lo que se repite, el señor Cateriano es percibido como confrontacional no solo por apristas y fujimoristas, sino por todas las principales bancadas congresales no oficialistas. Por ejemplo, el vocero del PPC ha declarado que el nombramiento “revela la persistencia del gobierno en continuar con su actitud hosca con las diferentes bancadas políticas”; mientras que el de Solidaridad Nacional ha dicho: “¡Es un tremendo error!, Cateriano tiene una conducta confrontacional”.

No obstante, la verdad es que para que esta situación explosione, igual que para bailar, se necesitan dos. Se requiere, concretamente, que el Congreso pise el palito (si es que de eso es de lo que se trata), niegue la confianza a Cateriano y dé así pie a su eventual disolución constitucional con convocatoria de elecciones para uno nuevo. Es decir, a que vuelen, como lo puso el congresista Mulder, Sansón con todos sus filisteos. 

El Congreso debiera abstenerse de lo anterior. Las voladuras son siempre hechos violentos y nunca se sabe muy bien qué es lo que va a quedar en pie. Particularmente, desde luego, cuando no hay muchas cosas que estén firmes ya antes de que ocurran. 

Hay que recordar que a nuestro permanente estado de precariedad institucional se le ha sumado una grave desaceleración que el gobierno no está logrando revertir y que –si la cosa sigue como va–  podría hacer que por primera vez en mucho tiempo el país empiece a generar pobreza en lugar de clase media. Todo esto, a solo meses de la convocatoria para las próximas elecciones nacionales.

Lo sensato es darle una oportunidad al señor Cateriano. Una oportunidad para enmendar pronta y creíblemente el tipo de práctica antidemocrática que propició la salida de la señora Jara por responsabilidad vicarial y para enmendar también sus propias formas. El nuevo primer ministro parece consciente de la necesidad al menos de esto último y ha declarado que va a tener que cambiar. “En un cargo como este estoy obligado a dialogar”, señaló.

Si el señor Cateriano efectivamente muestra un cambio de actitud, ello sería una gran noticia para todos, pues podría tender los puentes por los que podrían pasar varias de las medidas que requiere urgentemente nuestra alicaída economía y permitiría que varios de los sectores que vienen haciendo cosas positivas desde el gobierno continúen con ellas. Además sería lo democrático: al fin y al cabo, todas esas fuerzas con las que el señor Cateriano se dice dispuesto a dialogar, buenas o malas, representan a los cientos de miles –y en algunos casos millones– de ciudadanos peruanos que las han llevado hasta el Congreso. 

Por cierto, una actitud así sería también la más coherente con el propio techo de vidrio que este gobierno tiene en muchas de las materias que, no sin razón, el señor Cateriano ha enrostrado varias veces al pasado de los líderes fujimoristas y apristas, sin ninguna conciencia aparente de los numerosos puntos oscuros que ofrece la historia – y aún el presente– de nuestros actuales gobernantes. 

Por otra parte, si el señor Cateriano no inicia su gestión con un nuevo estilo y sigue exhibiendo las maneras agresivas para con la oposición de antes, pues entonces lo más probable es que las demandas de licenciarlo vengan de la propia ciudadanía (recordemos que el gobierno tiene solo un 18% de aprobación) y, si sabe esperar con cabeza fría, el Congreso podría cumplir con ellas sin riesgo de disolución dentro de tan solo tres meses (el Congreso no puede ser disuelto constitucionalmente por un gobierno en su último año).

Hay que desear, sin embargo, que no se llegue a esta situación: tener que nombrar un octavo Gabinete cumpliéndose solo cuatro años de gobierno es un lujo de inestabilidad que el país no está en situación de darse. Lo que necesitamos son políticas firmes, eficaces y sostenidas que reviertan el decaimiento de nuestra economía y que además nos den un marco institucional de alguna serenidad con miras a unas elecciones a las que el país no debe llegar crispado y dando tumbos.

Conviene tanto al gobierno como a la oposición recordar, en fin, que acá los filisteos somos todos.