David Tuesta
David Tuesta
Editorial El Comercio

Anoche, tras poco más de dos meses en el cargo, se confirmó la renuncia del titular del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), . La noticia llega luego de distintos desencuentros del ministro con el presidente del Consejo de Ministros, , y con el jefe de Estado, , a raíz de algunas decisiones del Ejecutivo sobre la política tributaria del Gobierno. Especialmente dos: los cambios al Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) y la ampliación de la base tributaria del Impuesto a la Renta (IR).

Si bien puede ser entendible que los miembros del Ejecutivo tengan opiniones distintas sobre algunas decisiones puntuales que debe tomar un gobierno, no lo es tanto el que estas se ventilen públicamente. Esto último es precisamente lo que ha ocurrido aquí. Como se recuerda, luego de que el señor Tuesta se pronunciara a favor de la conveniencia de reducir el tramo inafecto del IR, el primer ministro Villanueva se pronunció a contracorriente. “No haremos ningún cambio al IR. Allí hubo un malentendido”, aseveró en una entrevista con este Diario. Y días después, ante las incipientes protestas provocadas por los cambios al ISC decretados por el MEF, el presidente Vizcarra afirmó que su gobierno pondría el tema ‘en evaluación’. Gestos ambos que, a decir verdad, daban la apariencia de un desaire del Ejecutivo a las ideas que el señor Tuesta había ventilado como cabeza del MEF.

Si ya de por sí este tipo de mensajes contradictorios entre el titular de Economía y sus superiores mellaban la credibilidad de este ministerio –cartera que está llamada a ser uno de los pilares del Estado–, la renuncia del ministro Tuesta golpea al país en su conjunto. Porque, ¿qué mensaje da el hecho de que en los últimos dos años hayamos tenido cinco ministros de Economía? Y no se trata solo de un problema de alta rotación. En realidad, distintas decisiones a lo largo de los años han hecho del MEF una institución cada vez menos sólida. ¿Cómo podríamos aspirar entonces a reducir la informalidad en el mercado laboral (73% según el INEI), a rebajar la pobreza (21,7% según el INEI), a estrechar el déficit fiscal (3,2% del PBI) y a destrabar los millonarios proyectos de inversión paralizados?

La salida de Tuesta, además, llega en el momento menos apropiado. Como se sabe, los indicadores económicos habían empezado a despegar luego de un largo período de adormecimiento. En el primer trimestre del año, el PBI creció 3,2%, principalmente debido a la expansión de la inversión y el consumo. La tasa de inversión privada, que venía de cerrar en el 2017 con una expansión de solo 2,5%, alcanzó 6,5% entre enero y marzo. Ahora, deberá ser prioridad del presidente que el cambio en la cartera no deje en suspenso el impulso logrado en estos meses.

Por otro lado, preocupa también el mensaje subyacente que el Gobierno le envía a todos los profesionales que podrían eventualmente ser convocados a liderar una cartera. Pues, ¿quién querría cambiar un buen puesto en el ámbito privado (Tuesta, por ejemplo, venía de un alto cargo en la Corporación Andina de Fomento en España) con antecedentes como estos?

A poco más de tres años del bicentenario, es mucho lo que podemos hacer por nuestra institucionalidad. Haría bien el Gobierno en sacar las lecciones correctas de este episodio para que en el futuro problemas que podrían bien solucionarse en casa no terminen mellando la confianza de un gobierno. Las construcciones, después de todo, dependen siempre de los pilares.