Durante toda la guerra “ni un solo despacho” transmitido desde cualquier punto del globo dejó de ser registrado por los grandes aparatos de avanzada técnica instalados en la torre Eiffel. Prestó así servicios enormes a los aliados, que algún día se conocerán en detalle. Pasó la guerra y ahora la bella torre se ha “desmovilizado” y miles de franceses y extranjeros vuelven a recorrer sus galerías, vuelve a escucharse la música, vuelve la normalidad. La imagen más conocida de París vuelve a convertirse en lo que siempre fue: luz y emoción.
H.L.M.