(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Iván Alonso

En la ciudad de Los Ángeles uno puede visitar los “tar pits”, donde se exhiben los huesos de los animales prehistóricos que quedaron atrapados en unas pozas de brea. La peruana parece también atrapada por la viscosidad de una regulación que le impide levantar vuelo. Producimos la mitad del petróleo que producíamos en el 2000 y la misma cantidad de líquidos de gas natural que en el 2010. Qué diferencia con la minería, que en los últimos 20 años ha duplicado, triplicado y cuadruplicado la producción de zinc, hierro y cobre, respectivamente.

Hay otras diferencias que saltan a la vista. La minería es una actividad con cientos de compañías y operaciones de todo tamaño. Las petroleras son 16. Cualquiera puede pedir una concesión minera para exploración o explotación. Las concesiones petroleras se otorgan por concurso; solo excepcionalmente por negociación directa. Por más que hace , el número de contratos vigentes sigue bajando. Y a menos contratos, menos pozos y consecuentemente menor producción. ¿No sería mejor liberalizar el acceso a los lotes?

Quizás no haya petróleo a lo largo y ancho del territorio nacional, como sí hay minerales. Pero si hay petróleo en Venezuela, en Colombia y en Ecuador, y si hay petróleo también en Bolivia y en la sierra argentina, ¿no es razonable suponer que puede haberlo en el Perú, por una suerte de continuidad geológica? El mapa de lotes petroleros de Perú-Petro parecería hacer suya esa suposición: lotes en el norte de Loreto; lotes desde Amazonas hasta Madre de Dios; lotes en el Cusco, en Puno y en Moquegua; y en el mar, frente a toda la costa, de Tumbes a Tacna.

Habiendo tantos lotes identificados, para no hablar de otros que la empresa privada pueda identificar, ¿por qué esperar a que Perú-Petro los saque a licitación? Puede ser que, licitándolos secuencialmente, de acuerdo con la calidad de la información geológica y de otra índole disponible en cada momento, se maximice el valor de las regalías futuras que reciba el fisco. Pero eso supone que Perú-Petro tiene la capacidad para explorar aquellos lotes con poca información más rápido de lo que podría hacerlo un concesionario privado. Mientras se prepara un lote para ser licitado de aquí a cinco o diez años, el concesionario ya habría explorado y tomado la decisión de ponerlo o no ponerlo a producir.

Facilitaría enormemente una apertura del mercado como la que estamos sugiriendo que las regalías petroleras que se aplican a cada lote no fueran el resultado de un concurso (que ya no habría) o de una negociación, sino un porcentaje o un monto por barril igual para todos. Ni siquiera tiene que ser fijo. Podría variar con el nivel de producción o con los precios internacionales o con algún otro criterio, pero siguiendo siempre una misma fórmula.

Dejemos que vengan las “oil juniors”, pidan sus lotes y comiencen a explorar. Solamente con más exploración tendremos más reservas y más producción. No sabemos realmente si las fuentes de energía renovable reemplazarán o no a los combustibles fósiles, pero en la eventualidad de que lleguen a hacerlo, el que quede debajo de la superficie valdrá cero. Cuanto antes lo descubramos, menor será el riesgo de que pierda valor frente a nuestros ojos, porque van a pasar 20 o 30 años hasta que terminemos de extraerlo.