Por primera vez en nueve años, la Reserva Federal o simplemente Fed (el banco central norteamericano) decidió aumentar la tasa de interés conocida como ‘federal funds rate’. Esta es la tasa a la que los bancos comerciales se prestan unos a otros las reservas o fondos de encaje que guardan en el sistema de reserva federal. En un día cualquiera, a algunos bancos les sobran reservas y a otros les faltan. Los primeros no tienen a quién prestarle; los segundos tienen los clientes, pero no los fondos. Para eso hay un mercado interbancario en el que las reservas fluyen de un banco a otro para que el crédito llegue adonde más se lo necesita.
Cuando la tasa de fondos federales es baja, son más los bancos que tienen un exceso de reservas que los que andan escasos de ellas. La subida de la tasa significa que habrá menos fondos disponibles para transformarse en nuevos préstamos al sector privado. La Fed sube la tasa justamente con la idea de evitar que el crédito bancario crezca demasiado rápido porque eso podría resultar en un aumento de la inflación.
Curiosamente, la Fed no tiene el poder de fijar la que es la tasa fundamental de su política monetaria. Hablamos todo el tiempo como si la Fed subiera o bajara la tasa de fondos federales. Pero lo cierto es que solamente puede fijar un “objetivo”, que a partir de esta semana es un rango de 0,25% a 0,50% por año. La tasa misma la fija el mercado interbancario: la oferta y la demanda de reservas de los bancos que componen el sistema.
Lo que hace la Fed es influir en el comportamiento del mercado. Una manera de hacerlo es aumentando o disminuyendo la cantidad total de reservas en el sistema bancario. Cada vez que la FED compra a un banco un bono del Tesoro (o sea, un bono emitido por el Gobierno americano), anota en su cuenta una cantidad equivalente de reservas; cuando le vende un bono, reduce la cantidad de reservas que ese banco tiene a su disposición. Otra manera de influir en el mercado es subir o bajar la tasa de interés que les paga a los bancos por depositar sus reservas en la propia Fed, en lugar de prestárselas entre ellos. Este ha sido el camino elegido en esta ocasión.
¿Qué implicancia tiene esa elección? Entre los años 2008 y 2014 la Fed ha creado una gigantesca cantidad de reservas mediante lo que se llamó ‘quantitative easing’ o “relajamiento cuantitativo”, una política que consistía en comprar cientos de miles de millones de dólares en bonos del Tesoro que los bancos tenían en sus manos. Felizmente, la mitad de esas reservas se han quedado guardadas en las bóvedas de los bancos. Si las hubieran usado para dar más préstamos a sus clientes, habrían puesto tal cantidad de dinero en circulación que se habría desatado una inflación, que es lo que muchos críticos de la Fed temían.
Como la Fed no va a reducir por ahora la cantidad de reservas en el sistema bancario, esa amenaza sigue latente. Si la gente y las empresas comienzan de pronto a demandar más préstamos y están dispuestos a pagar buenas tasas, los bancos van a usar las reservas que hoy están, por decirlo de alguna manera, durmiendo en sus bóvedas y van a ponerlas en circulación. Por eso es que la Fed ha anunciado que seguirá aumentando gradualmente la tasa de fondos federales, a medida que las condiciones económicas lo justifiquen. Ojalá encuentre siempre el momento oportuno.