Cortinas de humo y conspiraciones, por Arturo Maldonado
Cortinas de humo y conspiraciones, por Arturo Maldonado
Arturo Maldonado

Muchos sucesos inundan nuestras noticias últimamente. Desde la publicación de las (¿supuestas?) agendas de , pasando por el pago que la periodista le hizo a Martín Belaunde Lossio, hasta la captura en Ecuador de , buscado hace meses por la policía. Tal flujo de información genera confusión en la opinión pública. Son demasiados hechos relevantes en paralelo para estar atentos a los detalles de cada uno. 

Esta confusión es terreno propicio para que aparezcan toda clase de interpretaciones de los hechos, algunas muy cercanas a las teorías conspirativas. Un ejemplo: se plantea que la captura de Oropeza es un intento más del gobierno para encubrir las graves acusaciones contra la primera dama, una cortina de humo para desviar la atención de los medios de comunicación hacia otros temas y darle un respiro a su esposa en el tema de las agendas. Esta interpretación significa que el presidente, Ollanta Humala, conspira con el ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe, con las policías peruana y ecuatoriana, de tal manera que, quizá sabiendo de antemano la ubicación del prófugo, escogen el momento indicado para atraparlo. Así, lograrían su oscuro objetivo: desviar la atención ciudadana de su esposa. Un plan complejo ejecutado por agentes infalibles.

Las teorías conspirativas tienen algunos elementos comunes a las interpretaciones que uno escucha de estos hechos que han sido noticia en los últimos días. Por ejemplo, este tipo de explicaciones elabora intrincadas series de decisiones que involucra mucha coordinación entre actores y un plan sincronizado y a prueba de fallas que las organiza y que es ejecutado impecablemente. 

Una interpretación así puede ser verdad, pero la capacidad organizativa de este gobierno no sostiene una interpretación de ese estilo. Baste notar la falta de coordinación entre el Ejecutivo y la bancada de gobierno en el Congreso para ver que la comunicación no es su principal fortaleza. Digamos que la evidencia previa está en contra de esa hipótesis.

Sin embargo, la opinión pública suele hacer eco de este tipo de interpretaciones. Que alguien ordene posibles hechos aislados y azarosos en una trama organizada en que existen actores con intenciones claras es una manera de restablecer un orden en la confusión política y la marea informativa que llega a diario. Pero el restablecimiento de este orden en el caos político tiene un costo alto para el ciudadano. Las personas que son más propensas a creer en teorías conspirativas en el campo político son menos propensas a involucrarse en la política o se vuelven más cínicas. Si la política está llena de agentes con oscuros intereses, entonces es mejor no involucrarse o es mejor creer que nadie es sincero en el mundo político. Es más, aquellos que aceptan una explicación conspirativa, luego suelen elevar su nivel de aceptación de otras teorías de este tipo, aun cuando sean contradictorias, lo que las hace susceptibles de ser más manipulables, pues es más fácil convencerlas con poca evidencia. De aquí a la cosmobiología para explicar la política hay un paso. 

En un mundo donde la información abunda, es necesario dar orden a los hechos que ocurren para que la información llegue a los ciudadanos y podamos darles sentido y ponderar lo acontecido adecuadamente. Las teorías conspirativas aparentan ordenar los hechos, pero solo colaboran con generar mayor desinformación. En el Perú, hay ciudadanos que quieren creer en este tipo de explicaciones y también hay bandos que buscan hacer política esparciendo rumores y creando intrigas sin sustento. Es la política del rumor y del chisme que finalmente debilita los vínculos de los ciudadanos con la política y que incuba personas que no creen en argumentos, solo en falsedades.