Durante la última semana hemos visto debates sobre si la economía peruana se encuentra o no en una recesión técnica. Creo que esta discusión es tan poco fructífera como tratar de ponerse de acuerdo sobre si un vaso está medio lleno o medio vacío.
Tal vez los dos trimestres de crecimiento negativo (diciembre a febrero y marzo a mayo) no sean suficientes para poder gritar a los cuatro vientos que el país está en recesión, pero sí debería haber un consenso respecto de que la economía peruana tiene un grave problema de crecimiento.
El Banco Central de Reserva (BCR) proyecta que la brecha del producto para este año será de -0,4%; es decir, que la economía peruana no logrará crecer a la velocidad que le permite su ya muy alicaído producto potencial.
Es más, esta es una proyección bastante optimista si vemos que la expectativa del BCR de que el PBI crezca 2,2% este año aún se mantiene bastante por encima del consenso y que persisten tanto los riesgos políticos como climatológicos que podrían hacer que el PBI avance aun menos del 1% que espera Apoyo Consultoría.
Para determinar si ya entramos en una recesión, además de la producción, debemos mirar otros factores como el empleo. En este aspecto tampoco hay muy buenas noticias que contar si miramos más allá del minoritario empleo formal –que crece, pero a menores tasas– y si, además del número de puestos de trabajo creados en Lima Metropolitana, miramos la calidad de los mismos. En este aspecto, aún no recuperamos los niveles del 2019 y la debilidad de la inversión privada no permite ver una recuperación en el horizonte.
Lo más preocupante es que los riesgos que generan los factores políticos y climatológicos siguen siendo altos. Esta semana las protestas felizmente no generaron una paralización significativa de la actividad económica, pero sí creo que sirvieron como recordatorio de que, según las encuestas, la mayoría del país pide adelantar las elecciones y el gobierno de Dina Boluarte tiene altísimos –y, podríamos decir, insostenibles– niveles de desaprobación. Y respecto al fenómeno de El Niño, lo único que nos queda es esperar que sea moderado y que el clima no siga golpeando a los alicaídos sectores pesquero y agropecuario.
Lo más desalentador es que desde el Gobierno no se percibe un verdadero sentido de urgencia sobre la reactivación de la economía. El ministro de Economía, Alex Contreras, ha adelantado que la presidenta Dina Boluarte plasmará su “visión de gobierno” en su mensaje a la Nación del 28 de julio y en el presupuesto del 2024. Esperemos que el mensaje no sea un discurso de falso optimismo, sino de medidas concretas e inmediatas destinadas a disipar los riesgos políticos, mitigar los climáticos y abordar con premura la necesidad de impulsar la inversión privada y la creación de empleo. Y para el 2024, lamentablemente, falta mucho.