¿Que Dina Boluarte haya anunciado que “el tema del adelanto de elecciones está cerrado” brinda confianza a los inversionistas? Esta pregunta se la hicieron periodistas televisivos ayer al presidente del Banco Central de Reserva (BCR), Julio Velarde, durante la presentación de sus nuevas proyecciones para la economía contenidas en el reporte de inflación.
Velarde se cuidó de opinar al respecto, pero creo que la pregunta en sí misma revela una aparente amnesia sobre los sucesos políticos de los últimos siete años y una falta de conciencia sobre el principal problema que enfrenta el gobierno actual y cualquiera que, eventualmente, lo reemplace: nadie puede estar seguro de cuándo ni cómo dejará el poder.
El hecho de que Boluarte haya anunciado que su objetivo es quedarse hasta el 2026, en términos prácticos, no significa nada. PPK, Vizcarra, Merino y Castillo tenían la expresa intención de quedarse hasta el final de sus respectivos períodos constitucionales, pero ya sabemos cómo terminaron.
Y creo que esto es, principalmente, lo que impide que se genere confianza y se recuperen las expectativas de los empresarios sobre qué pasará con la economía peruana en el futuro. A fines de mayo, se mantenían en terreno pesimista respecto de los próximos tres meses y eran tímidamente optimistas sobre lo que pasará dentro de un año. Si alguien no puede confiar en que la demanda será mayor en el futuro, ¿para qué invertir o para qué contratar personal?
El hecho de que la mayoría del actual Congreso siga sosteniendo al actual gobierno es, claramente, coyuntural, y nadie puede predecir que, con la puerta abierta para la reelección en un eventual Senado, no vayan a estar más abiertos a un adelanto de elecciones si Boluarte y compañía siguen demostrando una absoluta ausencia de reflejos políticos y un profundo desinterés en ganar algo de legitimidad.
Un indicio de esto es que hasta la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, parece haberse dado cuenta de que su alianza –tácita o explícita, no sabemos a ciencia cierta– con Boluarte le puede costar políticamente una eventual elección y ha asumido un tono crítico con la presidenta.
La recuperación de las expectativas empresariales es una tarea impostergable. Las nuevas proyecciones del BCR ahora consideran que la inversión privada caerá 2,5% este año, un resultado considerablemente peor que el retroceso de 0,5% que el ente monetario esperaba en marzo. Con este pobre desempeño, y un menor crecimiento del consumo privado del que se esperaba (2,6%), el BCR ahora teme que la economía peruana tan solo avance un 2,2% en el 2023, por debajo de su anterior proyección de 2,6%.
El problema es que hasta que una reforma no resuelva las profundas deficiencias de nuestro sistema político y los peruanos podamos saber con total certeza quién gobernará el país el próximo mes, ningún programa de reactivación económica y, más importante aún, ninguna declaración, podrá generar la confianza que se necesita para volver a encender los motores privados de la economía peruana.