"Los nuevos tratados comerciales de Trump representan la nueva trayectoria que Estados Unidos está tomando hacia el comercio dirigido". Foto: AFP
"Los nuevos tratados comerciales de Trump representan la nueva trayectoria que Estados Unidos está tomando hacia el comercio dirigido". Foto: AFP
Ian Vásquez

En vísperas del juicio político contra y en momentos de crispación y polarización política cada vez más intensas, el presidente estadounidense realizó dos metas comerciales mayores que requerían del apoyo de ambos partidos. La semana pasada firmó un tratado comercial con China, y esta semana firmará el nuevo tratado comercial con México y Canadá, que reemplazará al vigente.

Algunos observadores han admirado cómo Trump pudo llegar a un acuerdo bipartito en momentos políticos como estos. Muchos lo han felicitado por negociar tratados que supuestamente benefician a Estados Unidos.

En realidad, hay poco que celebrar. Los nuevos tratados comerciales de Trump representan la nueva trayectoria que Estados Unidos está tomando hacia el comercio dirigido –en lugar de libre– y en que la derecha nacionalista y la izquierda sindicalista muestran su nuevo poderío. Que la economía más grande del mundo esté implementando estas políticas con la segunda más grande y con una de las más importantes de América Latina augura un mal para el sistema comercial internacional.

Veamos el nuevo tratado entre México, EE.UU. y Canadá que suplantará el actual, vigente desde 1994. Trump llamó al viejo tratado el “peor acuerdo comercial en la historia”, pero su versión renegociada, si bien es superior a su amenaza de descartar un acuerdo por completo, creará un área más proteccionista que antes. Es más, lo hará a través de medidas que dan un papel mayor al comercio dirigido.

El nuevo acuerdo, por ejemplo, requiere que un alto porcentaje de los componentes de autos sean manufacturados por trabajadores que ganen un salario muy por encima de lo que ganan los mexicanos. Esto complica la gestión empresarial, protege en el corto plazo al trabajador estadounidense a expensas del mexicano y reduce la productividad. Habrá menos creación de riqueza en América del Norte.

Las reglas de origen que elevan el porcentaje de contenido de bienes comerciados bajo el tratado también elevan costos para México y son medidas proteccionistas. Se han renegociado regulaciones laborales y de medio ambiente que, por ser más severas, reducirán la inversión y el empleo en México sin necesariamente mejorar el medio ambiente. Y el tratado automáticamente expirará tras 16 años si no se llega a un acuerdo para renovarlo, lo que crea incertidumbre económica.

Con respecto al comercio dirigido, peor es el nuevo tratado con China. A pesar de algunos avances, como mayor apertura financiera china, el acuerdo compromete a que China compre US$200.000 millones de bienes y servicios estadounidenses por encima de lo que compró en el 2017. Representa un aumento de 55%.

Nótese que en vez de reducir aranceles y depender, entonces, de lo que decidan consumidores y empresas en el mercado, basado en los precios y la demanda, EE.UU. ha pedido que el Gobierno Chino determine la cantidad de bienes y servicios que comprará. Por eso, el Peterson Institute for International Economics observa que la única manera de que China pueda cumplir con tal medida es a través del comercio dirigido al estilo soviético. Es más, China se compromete a metas cuantitativas respecto a bienes específicos que comprará.

El no depender del mercado cambia radicalmente la dirección que tradicionalmente ha tomado EE.UU. en sus negociaciones comerciales. Antes promovía la liberalización, ahora el dirigismo.

En el mediano y largo plazo perjudicará a todo el sistema comercial internacional, pues otros países empezarán a hacer lo mismo en la medida en que sientan que las reglas ya no premian la competencia, sino el favoritismo y las determinaciones políticas. Tendremos un mundo menos próspero de lo que podría ser.