"Esta crisis no diferencia entre grandes y pequeños y hay sectores que están siendo especialmente golpeados (transporte, hoteles, restaurantes, comercio, etc.)".
"Esta crisis no diferencia entre grandes y pequeños y hay sectores que están siendo especialmente golpeados (transporte, hoteles, restaurantes, comercio, etc.)".
Enzo Defilippi

Hace tres semanas escribí una columna acerca de los efectos iniciales de la epidemia del coronavirus sobre la economía. Entonces ya se intuían los mecanismos de propagación del shock, pero aún no se podía prever su magnitud. Hoy tenemos una mejor idea.

Primero, las buenas noticias. El número de casos nuevos en ha descendido de varios miles a una veintena al día, casi todos en la provincia de Hubei (donde empezó la epidemia). Eso está permitiendo que poco a poco se vayan levantando las medidas excepcionales y se alivie, en parte, el temor de que las fábricas del mundo que directa o indirectamente se abastecen de China dejen de operar por falta de insumos.

La mala noticia es que el problema ha pasado de ser uno de oferta a uno de demanda. En efecto, el foco de la epidemia se ha trasladado a Europa, el segundo gran motor de la economía mundial. Las economías de Italia, España y Francia se encuentran prácticamente paralizadas y es probable que Alemania les siga los pasos pronto. En Estados Unidos, Nueva York, Los Ángeles y otras ciudades principales ya se están viendo seriamente afectadas y se espera que en cualquier momento se dicten medidas tan restrictivas como las que estamos viviendo en el Perú. En una situación así, las fábricas chinas podrían estar nuevamente en capacidad de producir, pero no tener a quien venderle.

Esta perspectiva, sumada a que los mercados estaban esperando el fin de la etapa de expansión de la economía estadounidense (la más larga de su historia), explica la estrepitosa (y exagerada) caída reciente de las . Al momento de escribir esta columna, por ejemplo, el índice Dow Jones, que a mediados de febrero llegó a superar los 30.000 puntos, bordeaba los 20.000.

En una emergencia en la que, de un momento a otro, miles de están dejando de percibir ingresos, la prioridad número uno debe ser evitar que dejen de pagarles a sus trabajadores y proveedores, ya que eso genera un efecto en cadena que arrastra a toda la economía. Eso fue lo que sucedió durante la crisis del 2008. Por ello, la Reserva Federal de Estados Unidos ha puesto esta vez toda la carne en el asador: ha reducido su tasa de referencia a casi cero y ha anunciado una inyección de liquidez de US$700.000 millones (tres veces el PBI peruano).

En el Perú, el Gobierno ha anunciado un subsidio para familias de bajos ingresos y el diferimiento de pago de tributos para pequeñas empresas. Eso está bien, pero esta crisis no diferencia entre grandes y pequeños y hay sectores que están siendo especialmente golpeados (transporte, hoteles, restaurantes, comercio, etc.). Si el objetivo es evitar quiebras y una innecesaria pérdida de empleos, el MEF debería tomar medidas para esos sectores sin diferenciar por tamaño de empresa. Y tomar en cuenta que el problema no se solucionará en pocas semanas, aun si se levanta la cuarentena a fin de mes.

Todos los analistas coinciden en que el Perú tiene las fortalezas macroeconómicas necesarias para enfrentar una crisis como esta. Lo que no dicen es que, para mejorar la vida de los peruanos, estas tienen que ser usadas con inteligencia y responsabilidad. Y eso aún está por verse.

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