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![El presidente Martín Vizcarra. (Foto: GEC)](https://elcomercio.pe/resizer/6Qo_1KAQbVKjvljOAwwiIDrr-EQ=/580x330/smart/filters:format(jpeg):quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/LOE5O5PBEFHOHPHA52CPKIEUGI.jpg)
Las recientes revelaciones periodísticas sobre presuntas coimas recibidas por el presidente de la República, Martín Vizcarra, cuando era presidente regional de Moquegua, parecen haber generado una especie de falsa disyuntiva en un sector de la población: o Vizcarra o ‘los malos’.
Esta lectura de la realidad ha hecho que tras la bomba que significaron los reportajes del domingo se escuche un silencio ensordecedor, donde en otros casos se hubiesen escuchado gritos y trinos.
La resistencia a estirar el dedo acusador con la misma facilidad con que se hizo en los casos de Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski (por nombrar a los más notorios), consiste en la reacción natural de querer evitar que la mugre lo toque a uno. Porque cuando fue el fujiaprismo, fue fácil, era el otro; y cuando fueron Toledo y Humala, fue fácil, porque ya no los aprobaba nadie, estaban lejos. Pero a Martín Vizcarra lo apoya más de la mitad de la población y aceptar la posibilidad de que la corrupción también puede tocar a una persona que apoyas, que te cae bien, que te da esperanza o en la que confías, es aceptar que habrías fallado en darte cuenta, que te habría engañado a ti también, así como los correligionarios de sus predecesores fueron engañados –o fueron cómplices–.
Por otro lado, está la consecuencia práctica de que Vizcarra pueda estar seriamente implicado en un caso de corrupción como el que narra el colaborador eficaz de Obrainsa: nuestro querido Congreso de la República, que ya lo intentó sin éxito con el caso Swing, podría intentar vacar nuevamente al presidente y poner al país en la misma situación de incertidumbre innecesaria en la que estuvo hace no mucho.
Sin embargo, estimado lector, yo vengo –cual Manuel Merino– a transmitir calma a su atribulado corazón. Ni tomar en serio las denuncias contra Vizcarra lo pone a usted del lado incorrecto de la historia ni se justifica un nuevo pedido de vacancia presidencial. Si algo nos debería haber enseñado el caso Lava Jato a estas alturas es que todos fuimos agarrados de sonsos. No importa con quién simpatizamos en el pasado, por quién votamos o a quién le creímos cuando lo vimos en televisión, la probabilidad de que una de esas personas hubiese recibido algún tipo de coima o aporte ilícito es bastante alta. Así que por lo menos podemos consolarnos en la convicción de que no estamos solos.
Por otro lado, sobre un potencial pedido de vacancia presidencial, el Congreso lo puede intentar, pero no tendrá respaldo de la ciudadanía. Eso ya se vio claramente en el antecedente inmediato y se basa en el pragmatismo de que falta muy poco para que termine el mandato presidencial como para que hacer uso de esta figura le traiga algo más que perjuicios al país. Eso no va a cambiar.
Ahora bien, claramente este intento de aliviarle la conciencia es un ardid para convencerlo de que sí se tome en serio los reportajes publicados por la prensa respecto a Obrainsa. ¿Por qué? Por cuatro motivos concisos: 1. Cuando de políticos se trate, desconfíe siempre. 2. Los que están investigando este caso son los fiscales del equipo Lava Jato. Si confió en ellos antes, por qué no ahora. 3. Los colaboradores eficaces parecen ser las cabezas de algunas de las principales constructoras del país. Ya sabemos cómo ha terminado ese cuento antes. 4. No se trata de una denuncia en un medio en particular. El caso fue destapado por El Comercio y cubierto al detalle por La República, Cuarto Poder y Panorama, por los mismos periodistas que han cubierto todo el caso Lava Jato y Club de la Construcción: Villasís, Romero, Yovera y Cueva.
Esto no significa, por supuesto, que Martín Vizcarra sea culpable de ningún delito, pero sí que vale la pena que el caso se investigue a fondo y que defender la posición paranoica de que todo esto se trata de un complot entre el fujiaprismo y Odebrecht para corroer la lucha contra la corrupción en el país, no tiene ningún sustento.
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