Las principales noticias de la semana tienen al Ejecutivo como eje: los cambios en el Gabinete y la difusión de audios que involucrarían a dos antiguos colaboradores cercanos al primer mandatario, Pedro Castillo, en actos irregulares. Lo que en otras circunstancias podría causar algún movimiento significativo, hoy mantiene las cosas inmutables. Una resiliencia digna de mejores causas.
Los nuevos nombres en el Gabinete, de los que el presidente hizo alarde, causan pocos cambios de fondo, si se evalúa el aporte que pueden brindar los convocados. Las incorporaciones en el Minem y en el Mininter parecen una mejora respecto de sus predecesores.
Pero será necesario ver qué espacio logran en un Gabinete dominado por la medianía y el afán de sobrevivencia, tanto presidencial como ministerial. Si bien puede notarse un límite a la voracidad de Vladimir Cerrón, no es el único frente de toxicidad que debe observarse con cuidado.
Más importantes parecen las permanencias, que grafican la consolidación de algunos actores. Para empezar, el hecho de que el jefe del Gabinete, Aníbal Torres, se mantenga en el cargo hace evidente que sus activos (ser un vocero lenguaraz en un Gabinete mayoritariamente mudo; descentralizar las decisiones, aunque sin que estas tengan existencia real) pesan mucho más que sus pasivos (enfrentar procesos de control político por parte del Congreso; abrir con recurrencia frentes con la oposición). Así, el pugnaz, voluntarioso y veterano Torres se consolida como el ‘premier’ con el que Castillo se siente más cómodo. Al chotano, la mano.
La siguiente permanencia que debe notarse es la de Betssy Chávez al frente del Ministerio de Trabajo. Chávez, también parlamentaria, pertenece a la bancada de Perú Democrático, liderada por Guillermo Bermejo, artífice del acercamiento de Castillo al cardenal Pedro Barreto que –hace algunas semanas– hizo a este último receptor de la ira de Torres. También se le atribuye ser quien concibió el breve Gabinete Valer.
El remozado Gabinete Torres parece una renegociación del trato forjado a inicios del Gobierno de Castillo, cuando varios círculos decidieron convivir sin necesariamente estar cohesionados. En esa correlación, pierde espacio Cerrón a costa de la consolidación de Torres o mayores cuotas a Perú Democrático y aliados provenientes de un amplio espectro.
En cuanto a los audios, el solo hecho de que dos personas con dudosos precedentes (uno prófugo de la justicia; el otro, enfrentando una prisión preventiva) hayan estado tan cerca de la toma de decisiones debería hacer arquear las cejas a quienes aún le dan el beneficio de la duda al silente mandatario (más de 90 días sin declarar a la prensa).
De hecho, el nauseabundo intercambio difundido por Willax la noche del lunes 23 tuvo lugar solo días antes de que Castillo asumiera su mandato. Pocos días después, Bruno Pacheco fue nombrado secretario general de la presidencia. Eran momentos, debe recordarse, en que muchos expectantes observadores querían ver en el naciente régimen una oportunidad para la reivindicación sin los riesgos que se habían advertido durante la campaña y que muchos opinantes relativizaban.
Las investigaciones irán determinando si hubo algún desenlace en la línea de las tratativas de los personajes que tuvieron gran influencia antes de caer en desgracia. Por lo pronto, no parece exagerada la proyección de César Nakazaki, abogado de Karelim López, en la línea de avizorar un sustento para lo dicho por su defendida (la existencia de una mafia al interior del MTC) en el intercambio entre Pacheco y Zamir Villaverde.
Así, se cambian de personajes y se develan nuevas tramas. Pero las cosas siguen sin moverse, como si la telaraña pudiera soportar a otro elefante más. Como diría Villaverde, “¡asu, qué abuso!”.